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Cantor del arrabal

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Bolichón. Castiello se suele presentar en la zona de Villa Urquiza y Paternal. (Gentileza Darío Caballes)

En 1936 salió el hermoso tango «El cantor de Buenos Aires», de Enrique Cadícamo y Juan Carlos Cobián, que preguntaba con nostalgia: «¿Dónde estarán los puntos del boliche aquel, / en el que yo cantaba mi primer canción. / Y aquellos patios donde pronto conquisté / aplausos tauras, los primeros que escuché? (…) Así empezó mi vuelo de zorzal… / Los guapos del Abasto rimaron mi canción. / Soy aquel cantor del arrabal, / jilguero criollo que pulsó / la humilde musa de percal».  La pieza refiere a un linaje específico del tango: el cantor de barrio. En las antípodas del cantor de orquesta, esta especie que generalmente se hace fuerte en una cantina se caracteriza por una sutil combinación de expresividad fraseada e intimidad sugerida.
En los 90, el  fenómeno de la estirpe fue Luis Cardei. Con su leal Antonio Pisano en bandoneón, Cardei fue amasando un público aliado y orgulloso del secreto en la célebre Esquina de Arturito de la calle Pavón. Después de años de ceremonias memorables, el secreto naturalmente se rompió y Cardei pasó a las luces malas del Centro e incluso llegó a filmar con Pino Solanas. Se convirtió en un referente para las nuevas generaciones de intérpretes, tuvo una vida breve e intensa, y nunca dejó de ser ese cantor de voz entonada y pequeña, que creaba atmósferas inigualables entre mozos que transportaban lomos al verdeo y milanesas a la napolitana.
Ahora Acqua acaba de reeditar un disco descatalogado que marca el pulso actual de esta tradición porteña. El título es elocuente: El tango vuelve al  barrio. Es el registro en vivo de una de las tantas noches que Hernán Cucuza Castiello protagoniza de la mano de la guitarra de Moscato Luna en el bar El Faro, de Pampa y Constituyentes. El lugar se transformó en un bastión que aúna los barrios Villa Urquiza, Agronomía y Paternal, y recupera la esencia del ritual de boliche. Castiello es un cantor sensible, de voz  bien colocada, que transita tangos inapelables como «Alma en pena», «Marionetas» y «Suerte loca». La entrada suena a declaración de principios: precisamente «El cantor de Buenos Aires» abre el disco/velada. El público está integrado por vecinos y curiosos llegados «del Centro». Parte de la movida tanguera de hoy pasa por ese y por otros bares. Son pequeños templos que resisten el paso del tiempo o, mucho mejor, que ponen al día la familiar rutina de escuchar unos tanguitos en el bar de la esquina. Sin nostalgia, con la naturalidad que sólo da la identidad no declamada.

Mariano del Mazo

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