8 de marzo de 2022
Elegido como uno de los dos mejores voleibolistas del mundo, el capitán argentino habla de los entretelones del logro en Tokio. El exitismo y el rol de los clubes.
Talentoso. El jugador fue clave para que el equipo albiceleste conquistara una medalla olímpica tras 33 años, en la cita de la capital japonesa.
PRENSA FEVA/SOLANGE DIDIEGO
Luciano De Cecco fue elegido por la prestigiosa asociación Voleyball World como uno de los dos mejores jugadores de vóley del mundo. Quedó segundo, detrás del francés Antoine Bizard. Armador y capitán de la selección argentina que ganó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y campeón con Lube Civitanova de la SuperLega de Italia –la NBA del vóley–, a De Cecco poco le importan los premios individuales. «Me llamó mucha gente y yo decía «Bueno, gracias». Lo único que me genera orgullo y placer –señala en el reportaje concedido a Acción– es que hay un argentino dentro de los mejores, fruto del sacrificio, que es algo que la gente no ve. Nos ganamos un respeto mundial y lo logramos los mismos chiquitos de los que decían que no teníamos condiciones físicas, que no íbamos a llegar a nada. Nos motivaron mucho inconscientemente».
A De Cecco –33 años, nacido en Santa Fe– lo tildaron durante los Juegos de Tokio de «oficinista», de «panadero», de «médico», porque se limitaba a desempeñar su rol: tratar de ayudar a los compañeros para que sean mejores. Y lo hizo a tal punto que la selección de vóley volvió a colgarse una medalla olímpica después de 33 años, de Seúl 1988.
De Cecco se define como un líder silencioso. Y revela por primera vez lo que vivió durante los días olímpicos en Tokio, mientras Argentina transformaba a los voleibolistas en héroes deportivos. «He sufrido depresión, no mucha gente lo sabe. Afronté torneos como si nada y después me iba a mi casa y estaba tirado con la luz apagada mirando películas todo el tiempo, sin hacer nada –cuenta desde Italia–. No sé si depresión, pero sí una caída anímica en la que te sobrepasan todas las situaciones porque te exigís al máximo para llegar a donde querés llegar. También el extrañar te lleva al desgano, a la falta de concentración. Y la cabeza piensa no en lo que tenés que hacer ahora sino en cualquier cosa que ha pasado o que puede pasar. Lo viví, lo sentí en los Juegos Olímpicos. Después hay que saber manejarlo. La forma de ser de cada uno te lleva a encerrarte en vos mismo y a tratar de hacer lo mejor porque tenés que rendir en ese momento y estás jugando lo que en mi caso eran los últimos partidos en la selección argentina».
Procesión por dentro
Los Juegos de Tokio, se sabe, se desarrollaron en 2021 por la pandemia de coronavirus. Fueron llamados, también, los Juegos Olímpicos de la salud mental después de que la gimnasta estadounidense Simone Biles decidiera no competir para preservar su mente de las presiones. Tiempo antes, la tenista japonesa Naomi Osaka, otra estrella de los Juegos, había dicho: «Está bien no estar bien». «Y hubo muchos suicidios en el fútbol –agrega De Cecco, y manda un mensaje en el deporte de élite–. Es algo que no se debe dejar pasar porque nadie sabe el infierno que vive cada uno, lo que uno pasa afuera de la cancha para llegar a ese momento en el que todos te miran por la televisión y dicen: “Uh, mirá lo que hizo Luciano”. Todos tenemos dificultades y problemas que se ocultan dentro de un jugador. Y el que tiene problemas tiene que decirlos y tratar de dejarse ayudar. La parte fundamental de la persona y el deportista es la mente».
Desde la base
De Cecco es un fuera de serie en el vóley porque ejecuta con su 1,91 metros movimientos supersónicos con la muñeca derecha, armados a una mano, acomodadas de espalda. Es el juego antes de los puntos. En Tokio completó 51 entregas y cinco pases de mano bajo. Terminó detrás del brasileño Bruno Rezende como mejor pasador: promedió 10,3 asistencias por set, pero Brasil perdió la medalla de bronce ante Argentina, y ahí aparecieron su templanza y sus dedos exquisitos. Ahora devela el secreto: «Mientras juego, siempre pienso en la pelota después, nunca me hago expectativas de lo que podría haber sido o lo que puede ser. Vivir el momento en el vóley es fundamental. El pensar adelante te da ese milisegundo. Cuando todos me preguntan en qué pensaba cuando (Agustín) Loser metió el bloqueo, digo que si Brasil nos hacía el punto tenía que pensar en a quién le tenía que dar la pelota después. Inconscientemente, pensaba que si metíamos el punto ganábamos la medalla, pero fue una reacción tardía. Lo que hago es meterme en un tarro de mayonesa cerrado y vivir el momento. Y te das cuenta de todo después. Por suerte, apareció San Agustín».
En pleno Juego Olímpico de Tokio, Marcelo Méndez, el entrenador de la selección argentina, se tomó un rato para reivindicar los orígenes del equipo: los clubes de barrio. «Hay que apoyar a los clubes, que no se mueran. Todos salimos de un club», expuso Méndez, campeón como jugador y técnico en River, su club. De Cecco –padre basquetbolista en Unión de Santa Fe– también se formó en clubes. Pasó como base por el básquet de Ben Hur de Rafaela. Y después volvió al vóley de Gimnasia de Santa Fe, hasta que fue reclutado por el Proyecto Talentos de Ciudad de Bolívar, el club de la provincia de Buenos Aires, máximo ganador junto a UPCN con ocho títulos de la Liga Argentina. «Los clubes son los que sacan a los chicos de la calle –dice–. El club me dio el poder de formarme como ser humano. Los clubes de barrio hacen el laburo de hormiga para que después los clubes especializados en ciertas disciplinas trabajen con los chicos y terminen de construirlos y de formarlos; para que después se conviertan en profesionales en otros lugares. Los clubes de barrio son la base de la pirámide para que después las selecciones y los clubes consigan sus logros».
De Cecco aún no piensa si estará en París 2024, los que serían sus cuartos Juegos Olímpicos. Pero tiene una certeza, un diferencial entre lo que es el éxito y el exitismo. «El éxito –dice– es prepararse para tratar de conseguir algo sabiendo que puede ser que no lo consigas. El éxito es entrenarse todos los días, tratar siempre de llevarte al límite de tus posibilidades para ser el mejor jugador posible y poder compartir eso con tus compañeros para tratar de hacer un logro colectivo. Eso genera llegar a ser exitoso. Nosotros en la selección logramos el éxito porque durante muchos años competimos y tragamos y escupimos un montón de cosas que nos llevaron a ser lo que somos hoy, un equipo hecho y derecho de vóley. El exitismo es “los que hablan mucho y hacen poco”. Los que hablan de que “somos” exitosos, o “son” exitosos, pero nunca lo demostraron». Desde su debut en la selección argentina, De Cecco demostró su valía, su talento distintivo. Aunque poco le interesan los elogios individuales. De Cecco habla poco y hace mucho. «Los que me conocen –cierra– saben que siempre estoy pensando en el valor adjunto de cada situación».