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Pájaros de mal agüero

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María José Ralli

La confirmación de casos de influenza aviar en Jujuy encendió las señales de alarma. Formas de contagio y origen de un virus que registra importantes brotes en Centroamérica.

Foto: Shutterstock

Desde la irrupción de la pandemia de COVID-19 el mundo ya no es el mismo y vive en alerta. Por eso cuando el 15 de febrero el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) informó la primera detección en el país de influenza aviar en aves silvestres en la laguna de Pozuelos, al noroeste de la provincia de Jujuy y cerca de la frontera con Bolivia, otra vez se encendieron las alarmas.
La llamada «gripe aviar» es uno de los tantos patógenos que, en determinadas condiciones, puede afectar la salud de los animales silvestres. Pero también la salud humana, la seguridad alimentaria y la seguridad de los ecosistemas. Derribando barreras entre especies y fronteras geográficas, esta enfermedad puede tener baja o alta patogenicidad, esto es, la capacidad para infectar un huésped y expandirse.

Vigilancia intensa
En diálogo con Acción, la directora Nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud de la Nación, Analía Rearte, sostuvo que los casos detectados en el país «se dan en consonancia con lo que está pasando en el resto de la región» y se focalizan en aves silvestres y de traspatio, sin afectar a aves de producción. «Esto significa que no corremos ningún tipo de riesgo en el consumo de carnes avícolas ni de sus derivados, como son los huevos», agregó e instó a «llevar tranquilidad».
Rearte explicó que «el virus aviar se transmite principalmente en aves silvestres pero puede también estar presente en aves de corral» y subrayó que la transmisión de aves al humano es muy infrecuente y requiere de una exposición muy estrecha. En el mundo «hay pocos casos documentados en humanos y mucho más baja aún es la transmisión de humano a humano», advirtió, para luego aclarar: «Por supuesto que esto puede cambiar si el virus muta, pero hace muchos años que circula y esto no ha sucedido».
La primera descripción de la influenza aviar como enfermedad contagiosa de las aves de corral asociada a una alta mortalidad, fue denominada entonces «plaga de las aves» y se remonta al norte de Italia en 1878. Recién en 1955 se pudo demostrar que esa «plaga» era en realidad un virus de la influenza A. En 1971 los virus de la influenza se clasificaron por primera vez y en 1980 los investigadores comenzaron a utilizar este sistema para clasificarlos más allá de la especie de origen. En 1981, en el Primer Simposio Internacional sobre Influenza Aviar el término «plaga de las aves» fue sustituido por el término que hoy se utiliza.
Tanto desde el área de salud animal como de salud humana se están implementando estrategias de vigilancia intensa y sensible para detectar cualquier cambio en cuanto a mutaciones. Más aún teniendo en cuenta que durante el último año hubo una gran cantidad de brotes de influenza aviar, tanto en aves silvestres como en aves de corral en Europa, Estados Unidos y Canadá, donde fue bajando en los últimos meses.
El foco está puesto hoy en la región de Centroamérica y la costa del Pacífico, como Colombia, Ecuador y Perú, donde se registraron más de 600 brotes con miles de aves muertas, con un saldo de dos personas que adquirieron la enfermedad, quienes estuvieron en contacto y manipulando aves.
En el país, señaló Rearte, «hay 20 brotes confirmados por SENASA en aves silvestres y aves de traspatio» y resaltó que el organismo de control de salud animal «está trabajando quintuplicando sus esfuerzos para la vigilancia, detección temprana y acciones integrales».
Desde la cartera sanitaria, en tanto, se está realizando una estrecha vigilancia en aquellas personas expuestas a estas aves. Si bien se sabe que es muy baja la probabilidad de transmisión de las aves hacia los humanos, se realiza un seguimiento por diez días, sin aislamiento, para ver si aparece algún síntoma. «Hasta ahora no tenemos ningún caso confirmado de influenza aviar vinculado con humanos», confirmó la funcionaria. «El país está preparado para afrontar esto y desde el año pasado se está trabajando en el Plan de Pandemia, porque siempre el virus de la influenza es potencialmente pandémico», añadió.

Contacto directo
Desde la Sociedad Argentina de Infectología explican que las aves acuáticas son las que pueden transportar la enfermedad sin manifestar ningún síntoma y constituyen importantes reservorios; en tanto que las aves de corral son muy susceptibles a la enfermedad y pueden morir en gran cantidad, aunque también se han notificado infecciones esporádicas en distintos mamíferos.
Si bien la mayoría de los virus de la influenza que circulan en aves no son zoonóticos, algunas cepas de la influenza aviar altamente patógena tienen la capacidad de infectar a los seres humanos, representando una amenaza para la salud pública.
«La vía principal de la infección humana es por contacto directo con aves infectadas, o con superficies y objetos contaminados por sus heces», explican desde la sociedad científica y subrayan que actualmente no hay evidencia de que el consumo de carne aviar o de huevos pueda ser una fuente de infección. Tampoco se reportaron casos de transmisión humana sostenida de persona a persona causada por el virus de influenza aviar.
Para la médica infectóloga Elena Obieta, jefa del Servicio de Enfermedades Transmisibles y Emergentes de San Isidro, este tipo de enfermedades «son cada vez más frecuentes o aparecen nuevas porque los humanos nos metemos en el hábitat de los animales de forma indiscriminada y sin cuidados». También señala que «las urbanizaciones no planificadas con mala higiene, falta de cloacas y agua potable favorecen estos escenarios».
Respecto al potencial riesgo que enfrenta el país, Obieta fue contundente: «Dados los movimientos migratorios de aves silvestres, sobre todo acuáticas, que luego pueden transmitirle influenza aviar a las aves de corral y de producción, la respuesta es sí, estamos en riesgo». Y recalcó que «siempre es necesario reforzar el concepto de Una Salud –un enfoque que busca promover la coordinación y la colaboración de los programas de salud humana, animal, vegetal y medioambiental con el propósito de mejorar la prevención y la preparación ante futuras amenazas de salud– y avanzar con estrategias sanitarias en este sentido».

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