19 de junio de 2013
Clint Eastwood dice que el western es, junto con el jazz y el blues, una de las creaciones más auténticamente «americanas». Filmes como La diligencia (1939), Más corazón que odio (1956) y Río Bravo (1959) marcaron la época dorada de un género que, desde
sus inicios, ha explorado, además de la épica estadounidense, temas como la lucha contra la naturaleza, el enfrentamiento de los buenos con los malos, los dilemas morales –la cobardía, la lealtad, la mentira o el prejuicio– y el sueño de formar un hogar y de vivir en paz.
Junto con el imbatible John Wayne, Gary Cooper, James Stewart, Robert Mitchum y Henry Fonda integran la galería clásica de héroes y forajidos del lejano Oeste. Y directores tan disímiles como John Ford, Cecil B. De Mille, Howard Hawks, Fritz Lang, Michael Curtiz, William Wyler, Robert Aldrich y hasta Kevin Costner, figuran entre los que sucumbieron al arte de contar historias de indios y vaqueros, cuyos orígenes se remontan a comienzos del siglo XX.
El propio Eastwood, ícono del jinete duro –gracias a las películas de Sergio Leone y Don Siegel–, revitalizó el género con Los imperdonables, en 1992. Entonces, cuando al western le habían pronosticado la muerte, década tras década –como ocurre hasta hoy–, y ya nadie filmaba las figuras de vaqueros recortadas en el horizonte ni los atardeceres desérticos, la estrella de los spaghetti-westerns de los 60 dirigió y protagonizó una película monumental, en la que encarna a un pistolero que debe retomar las armas para vengar a unas prostitutas y, de esta forma, reunir dinero para mantener a sus hijos.
El film obtuvo cuatro Oscars, incluidos Mejor película y Mejor director. En 2010, otro western, Temple de acero, remake de los hermanos Coen, con Jeff Bridges y Matt Damon, consiguió diez nominaciones al mismo premio. Los ocurrentes directores ya habían realizado una especie de «western urbano» en Sin lugar para los débiles, la premiada y violenta historia en la que Javier Bardem deambula con un look aterrador y una pistola para matar ganado, mientras el sheriff Bell (Tommy Lee Jones) le sigue los pasos.
Considerado actualmente un género marginal, el western continúa sumando títulos, como la remake de El tren de las 3:10 a Yuma, con Russell Crowe y Christian Bale; El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, con Brad Pitt; o la más reciente Django sin cadenas, una visión de la esclavitud del polémico Quentin Tarantino, con Jamie Foxx, Leonardo Di Caprio y Christoph Waltz.
El 4 de julio se estrena El llanero solitario, de la mano de Gore Verbinski (Los piratas del Caribe, Rango). La película, basada en el personaje de la serie de televisión, narra cómo el jinete de Texas (Armie Hammer) sobrevive a una emboscada, gracias a la ayuda del indio Toro (Johnny Depp) y se convierte en un enmascarado que, montado en su caballo Silver, galopa para llevar a los forajidos ante la Justicia. Un esperado título para un género que «mata» pero no muere.
—F. F.