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Jorge Dubatti

El zoo de cristal
Autor: Tennessee Williams
Director: Gustavo Pardi
Elenco: I. Pelicori, A. Rittano, M. Figó, M. Urbaneja
Sala: Teatro Picadero

Madre e hija. Sobresalen Pelicori y Figó, que llevan a escena un trabajo entrañable.

En el Teatro Picadero, con dirección de Gustavo Pardi, se presenta una nueva versión de El zoo de cristal, clásico contemporáneo de Tennessee Williams, uno de los máximos referentes del teatro estadounidense desde los años 30 y especialmente en la posguerra. Encabeza el elenco la gran actriz Ingrid Pelicori, quien esta vez asume el personaje de Amanda Wingfield, la madre de la familia (en 1994, dirigida por Hugo Urquijo, Pelicori compuso a Laura, la hija).
La versión de Mauricio Kartun dinamiza la poética del original de Williams otorgando mayor protagonismo al marco memorialista de Tom, el hijo que evoca a la distancia cómo (siguiendo el ejemplo de su padre) abandonó a su suerte a su madre y su hermana, casi sin recursos para sobrevivir. A partir del recuerdo de Tom se actualizan las escenas del pasado, en sabia tensión entre el flashback realista que regresa sobre los hechos tal como fueron y la reelaboración expresionista desde la subjetividad de quien recuerda.
El zoo de cristal encarna dos preocupaciones recurrentes en la dramaturgia de Williams: el dilema entre la libertad irresponsable y la responsabilidad sometida; el destino social de los más débiles, condenados al fracaso y el desamparo en una sociedad capitalista basada en reglas de poder, éxito y propiedad. ¿Por qué no puede la sociedad hacerse cargo de los desprotegidos?
La puesta de Pardi se centra en la dirección de actores por sobre la originalidad en el diseño del dispositivo escénico. Así los trabajos interpretativos de Pelicori, Agustín Rittano (Tom), Malena Figó (Laura) y Martín Urbaneja (Jim, compañero de Tom en el trabajo y ex condiscípulo de Laura en la escuela) resultan excepcionales por su densidad psicológica, precisión compositiva, emoción y humor (a la par efectivos) y riqueza de aristas en la interrelación de los personajes. Pardi no explora tanto los componentes simbolistas (la relación existencial y metafísica entre la vida, el cristal y la luz) y elige prestar más atención al plano humano y social en la resonancia de los vínculos y sus interrogantes éticos, la fragilidad, la destrucción y la pérdida.
El realismo crítico de la escena sugiere, por elipsis, los mecanismos selectivos de la memoria. Escrito en 1945, El zoo de cristal evidencia con esta versión plena vigencia y capacidad de resignificación con las transformaciones históricas y culturales del siglo XXI. Como su padre, Tom habla muy poco de sí mismo y tiene un alto nivel de acción interna. Los espectadores encontrarán en su laconismo, en su silencio, un espejo de su propio misterio al preguntarse: ¿cómo entiende Tom la libertad? ¿Qué es aquello que siente y piensa, pero calla? ¿Qué nos dice su decisión sobre otras utopías sociales?
En el equipo técnico se destacan los aportes de Stella Maris Santiago (dirección de arte), Julio Suárez (diseño de vestuario), Cinthia Chomski (diseño de escenografía), Horacio Novelle (diseño de iluminación), Silvina Aspiazu (música original y diseño de sonido). El público disfrutará en este espectáculo, sobre todo, el contacto con una pieza teatral muy significativa y cuatro actuaciones notables. Sobresalen Ingrid Pelicori y Malena Figó, porque sin duda Williams trazó el universo de esos personajes con una complejidad única y ambas actrices llevan a escena un trabajo entrañable. Para no dejar de ver, por el momento solo los martes.

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