Sociedad

Te doy una canción

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Al estimular determinadas áreas del cerebro, la música tendría un efecto paliativo sobre una enfermedad que provoca el deterioro de funciones mentales. El proyecto de una directora de orquesta argentina y las últimas investigaciones internacionales.


Receta magistral. Melodías y armonías incentivan las capacidades cognitivas. (Anthony Brown/Alamy Stock Photo)

Un día la directora de orquesta Patricia Pouchulu tuvo una iluminación musical. Su madre padecía el mal de Alzheimer, una enfermedad caracterizada por la pérdida de memoria y de ilación de los sucesos de la realidad. «Ese día le llevé auriculares y le puse la Pastoral, de Beethoven. Yo había dirigido ese concierto y lo tenía en el grabador. De repente mi madre abrió los ojos, después me miró y sonrió. Y empezó a mover las manos al compás. Ahí pensé: “Tengo que hacer algo con esto”».
La intuición de la directora de orquesta coincidió con los últimos descubrimientos en relación con las aplicaciones de la música para paliar los síntomas de esta enfermedad mental. Al respecto, investigadores del Instituto Max Planck de Neurociencia y Cognición Humana, de Leipzig (Alemania), realizaron un experimento doble. Buscaron detectar qué zonas o áreas del cerebro se activan con la música y, una vez localizadas, analizaron si hay alguna clase de deterioro o atrofia en los enfermos de alzheimer o si gracias a la música resisten mejor a la enfermedad. El resultado fue asombroso y aún no tiene una explicación científica completa: ahí donde el cerebro se vincula con la música, el daño detectado es menor que en el resto del cerebro.

Puerta a la emoción
La músicoterapeuta Fátima Pérez-Robledo de Fundación Alzheimer, de España, arriesga una hipótesis: según ella, los recuerdos que más perduran son los íntimamente relacionados con las vivencias emocionales intensas. «Justo la música con lo que está más ligada es con las emociones, y la emoción es una puerta al recuerdo», señala.
En la misma línea se pronuncian los músicoterapeutas argentinos Marcela Ruot y Marcelo D’Angio: «La música contribuye al enlentecimiento del deterioro cognitivo (muy común en adultos mayores) estimulando todas las funciones cognitivas a través de las diferentes experiencias musicales. Involucra a ambos hemisferios cerebrales, es decir, para escuchar, producir e imaginar, ya que produce activación compleja y generalizada, procesándose en diferentes áreas del cerebro. Por eso permite estimular áreas que pueden estar afectadas, creando puentes con otras que se encuentran conservadas», escribieron en el último número de la revista de la Asociación Lucha contra el Mal de Alzheimer (ALMA).
Cuando el médico especialista en neurociencias Luis Ignacio Brusco, creador en 1997 de la Asociación de Profesionales de la Salud Alzheimer Argentina, oyó la propuesta de Pouchulu, quedó encantado y de inmediato le ofreció su colaboración para buscar benefactores que hagan posible un concierto sin antecedentes en el mundo. «Se trata de un programa musical que tenga en cuenta la idea de la claridad del mensaje sonoro para que genere confianza, con esquemas de composición basados en la imitación y repetición temática, en la armonía placentera, en la ausencia de discordancias o disonancias», explica la directora.
«La idea es que las obras fluyan y se puedan mostrar junto a imágenes que resulten motivadoras de recuerdos. El agua, la tierra, la flor, el campo, un arroyo. Se trata de trabajar secuencias significantes que lleven a la alegría, a la emoción, al redescubrimiento de sensaciones que están latentes, pero ocultas», agrega.
Los promotores del concierto aspiran a despertar también el interés del Estado y de la sociedad para hacer de una intuición artística, nacida del amor filial, un beneficio real para la salud mental de los abuelos mayores.

 

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