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Pobre Conicet

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Roxana Russo

Desde diciembre de 2023 el sector científico-tecnológico perdió casi 2.500 puestos de trabajo. El Consejo Nacional de Investigaciones, el más afectado.

Graduados. Cada vez son menos los que se presentan a un doctorado. Muchos se van al exterior y se desarman los grupos de investigación.

Foto: Conicet.gov.ar

Para ingresar como investigador de carrera al Conicet son necesarias múltiples evaluaciones, rigurosas instancias académicas, publicaciones en medios internacionales, concursos muy exigentes, puntaje, antecedentes, evaluaciones por juntas de calificación internas y externas. El recorrido comienza, obviamente, por una carrera de grado, luego una beca de doctorado que conduce al posdoctorado y, finalmente, la posdoctoral que es el escalón final de acceso a la Carrera de Investigador o de Personal de Apoyo. Una docena de años, mínimamente, donde un Estado presente invierte en pos del desarrollo y crecimiento científico-tecnológico del país.

Hoy, esa trabajosa estructura de estudio está siendo desmantelada por el Gobierno de Javier Milei. Desde diciembre de 2023 el sector científico-tecnológico perdió 2.448 puestos de trabajo y el Conicet es el más dañado, tanto por despidos como por poda de subsidios: se recortaron 825 becas y 514 puestos entre administrativos e investigadores, según datos del Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación. Todo bajo un desfinanciamiento feroz: la misma partida presupuestaria que en 2023, en un contexto de más del 250% de inflación interanual.


Afuera doctorados
Pamela Brownell es doctora en Historia y Teoría de las Artes (UBA), licenciada y profesora. Trabaja sobre «Memorias performativas de los juicios de lesa humanidad». Por la cancelación de becas posdoctorales se quedó sin trabajo. Ella y 200 científicos más: «Las becas posdoctorales –refiere– debían tener una duración hasta que se conociesen los resultados, en 2025. Decidieron cambiar esas condiciones, ignorar una resolución. Hasta ahora vemos un recorte para todas las áreas por igual. Es una avanzada feroz en línea con lo que están haciendo también con las universidades».

En septiembre se cumple un año sin ingresos a las carreras de investigador y personal de apoyo. 850 personas están a la espera de ser efectivizadas en sus cargos concursados satisfactoriamente.

Clara Giachetti es doctora en Ciencias Biológicas, estudió 7 años en la UBA y 5 de doctorado en Puerto Madryn, donde reside. Investiga sobre las especies no nativas en ambientes marinos para desarrollar políticas de monitoreo, detectar organismos exóticos y prevenir los problemas que puedan causar.

En septiembre de 2023 se enteró de que había logrado el ingreso a la carrera de investigadora. Tras el alta de los trámites de ingreso le informaron, a ella y al resto de sus 850 colegas, que el ingreso estaba frenado por razones presupuestarias. Lo cuenta de esta manera: «Concursé en 2022 y gané, presenté un proyecto de investigación que debe ser a largo plazo porque lo vas a llevar a cargo durante toda la carrera. Y resulta que desde el Conicet nos dicen que no saben cuándo nos darán el cargo por falta de decisión política. Tenemos compañeros que están sin trabajo habiendo ganado el cargo. Los más afortunados tenemos una beca porque estamos aún en el doctorado».

El Colectivo de Ingresantes al Conicet exigió la inmediata incorporación a la carrera y evalúa posibles acciones legales. Es en este sentido que Giachetti suma un antecedente que preocupa: «Treinta y pico de compañeros de la convocatoria anterior, de 2021, también tenían todo aprobado. Comenzaron a trabajar el 1 de enero de 2024 y a mitad de mes les avisaron que no les iban a pagar como investigadores, que volvían a ser becarios. Ahí nos dimos cuenta de que esto es mucho más grave de lo que suponíamos».

A los recortes y despidos, se suma un problema de arrastre, porque becarios y becarias no gozan de todos los derechos laborales, solo después de mucho tiempo y reclamos lograron acceder a la obra social, pero no a otros derechos laborales y, además, no pueden aspirar a otros trabajos excepto a un cargo complementario dentro de la universidad.

Victoria García es doctora en letras, investigadora y secretaria general de ATE Conicet. Estima que la vulnerabilidad de los sectores jóvenes en el sistema científico frente a este Gobierno tiene mucho que ver con la precariedad laboral, y asegura: «Lamentablemente este Gobierno viene a destruir al Estado desde adentro con niveles de precariedad muy grandes. Precisamente son esas situaciones las que permiten que avancen más rápido y más fácil. Las becas del Conicet no son reconocidas como trabajo, por eso empiezan por ese eslabón».


Fuga de cerebros
Andrea Randi es doctora en Ciencias Biológicas, investigadora principal del Conicet –también da clases en la Facultad de Medicina de la UBA–, está al frente de un grupo de investigadores y trabaja sobre los efectos de los contaminantes ambientales en la salud y la comprobación acerca de su uso sobre lo que se produce en el campo. Es decir, si los pesticidas quedan en el alimento y provocan alteraciones en las células que derivan en distintas enfermedades.

Poda. Milei no solo retiró subsidios, también ser recortaron 825 becas y 514 puestos administrativos pese a las protestas. El presupuesto es el de 2023.

Foto: @ateconicet

Hace 30 años que desarrolla esta investigación y conoce bien los vaivenes que debió atravesar en el Conicet: «Esta es una de las situaciones más graves. Algo parecido al 2000, cuando estuvo cerrada la carrera de investigador. A mí me pasó. No me pude presentar. Lo intenté tres veces, ingresé en 2003, pero recién en 2005 me empezaron a pagar. Y en esta misma situación hay un montón de compañeros. Ahora, hace dos o tres años que se presentan menos graduados a un doctorado. Se van directamente a la industria o a empresas de farmacología, fuera del país. Es mucho esfuerzo, está mal pago, y son malas las condiciones de trabajo. Se van desarmando los grupos de investigación que lleva años constituir. Toda la sociedad aportó dinero para la formación. Es desolador, muy doloroso».

En octubre de 2013 fueron 1.000 los científicos que regresaron a la Argentina por el programa Raíces, creado en 2003 por el entonces Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva con el objetivo de revertir la fuga de cerebros que existía en la Argentina. La bióloga Giachetti establece una analogía: «Imagino algo como lo que ocurrió en los 90. No hace falta cerrar. Se desfinancia y va a haber una fuga de cerebros muy grande, que ya empezó. Todo lo que perdamos ahora va a ser muy difícil de recuperar».

Una mirada con la que coincide García: «Estamos sufriendo un éxodo de investigadores, todavía no hay números porque es un proceso que está en marcha y estamos queriendo revertir. Hay profesionales que, habiendo pasado por un posdoctorado en Argentina, hacen otro afuera y quisieran volver, pero dudan si se les presentan oportunidades donde se radicaron de manera provisoria porque el Conicet no les está garantizando nada».

Ni la carta enviada a Javier Milei por 68 premios Nobel contra los ajustes en ciencia y tecnología, ni las manifestaciones y argumentos de prestigiosos científicos argentinos incidieron en los lamentables conceptos expresados por el presidente: que los científicos son una casta, que se creen superiores, que publiquen y vendan libros, que salgan a competir al mercado, fueron algunos de sus dichos.

Nada más lejos de eso, opina Brownell: «Si algo queremos es devolverle a la sociedad lo que el Estado nos dio. El Estado despilfarra lo que invirtió en la capacitación de esos recursos humanos». Con ella coincide Randi: «El éxito de un área científica o de un avance científico no tiene que ver con vender libros». En tanto, García añade: «El Conicet tiene la riqueza que tiene porque aborda las cuatro grandes áreas del conocimiento, por eso no es comparable a la NASA, por eso es una comparación de peras con manzanas».

«Esto no es un hobbie, es un trabajo que hacemos porque queremos resolver los problemas de Argentina, aportar al desarrollo científico. No somos una casta. No hay ciencia inútil», concluye Giachetti.

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