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Detrás del fuego

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María Soledad Iparraguirre

Una vez más se suceden incendios de vastos territorios en el Cono Sur. Crisis climática y deforestación, un combo explosivo para el planeta. Los agronegocios en la mira.

Imágenes desoladoras. Miles de hectáreas de bosques nativos en Bolivia, Brasil, Paraguay y Argentina fueron arrasados por los incendios.

Foto: Getty Images

Desde el comienzo de la historia de la humanidad, el fuego ha sido utilizado por las sociedades. Sin embargo, hoy, en tiempos de una profunda crisis climática global, el tradicional manejo del fuego se ha visto sustancialmente modificado por dos factores clave: la magnitud y la intencionalidad. Siempre hubo incendios, lo novedoso de estos últimos años radica en la frecuencia de las quemas forestales, el enclave geográfico donde se dan y la facilidad con que se propagan.

Recientemente una nueva sucesión de imágenes ciertamente desoladoras pobló las pantallas: miles de hectáreas de bosques nativos en Bolivia, Brasil, Paraguay y Argentina arrasados por los fuegos, con el consecuente daño ambiental para los ecosistemas implicados. Mientras, desde los medios de comunicación la cobertura se limita a informar sobre las consecuencias que tiene en la salud humana la llegada de la «lluvia negra», esto es, las precipitaciones contaminantes formadas por los humos que arrastran partículas peligrosas a la superficie y afectan la calidad del aire y el agua.

La agencia Tierra Viva detalla que «los incendios forestales en Brasil, Bolivia y Paraguay afectaron a la Amazonia y a otros biomas como el Gran Chaco, el Pantanal y el Cerrado brasileño. El denominador común es la influencia del agronegocio en las quemas. En Bolivia, se arrasaron más de 4 millones de hectáreas en los departamentos de Pando, Beni, Santa Cruz y La Paz. Paraguay lleva ya 70.000 hectáreas consumidas por el fuego. Y en Brasil, en un solo día, se registraron 5.132 focos de incendio».

Desde la sede local de la organización ecologista Greenpeace exigen, además, la penalización de la destrucción de los bosques. «Más deforestación significa más cambio climático, más inundaciones, más desertificación, más desalojos de comunidades campesinas e indígenas, más desaparición de especies en peligro de extinción y más enfermedades –indica el coordinador de la campaña de Bosques, Hernán Giardini–. Es evidente que las multas no son suficientes para desalentar desmontes e incendios forestales; y los responsables rara vez son obligados a reforestar. En muchos casos es clara la complicidad de funcionarios. Es hora de penalizar la destrucción de los bosques», dicen desde la organización ecologista.

Escenario de muerte
Argentina no escapa a la gravedad del colapso ambiental mundial. Mientras arde una vasta región en la provincia de Córdoba, a través del decreto 70/2023, la gestión de La Libertad Avanza (LLA) marcó la apertura a la desprotección de los territorios, al disponer entre otras medidas de la derogación de la Ley de Tierras Rurales y el desfinanciamiento de la Ley de Bosques Nativos.

En consonancia, la derogación de la Ley de Manejo del Fuego –aprobada por el Congreso a fines de 2012– abre aún más la puerta a la posibilidad de la quema intencional de territorios, con el fin de ser utilizados para el avance de la frontera agropecuaria y el desarrollo de monocultivos. En un contexto de desguace de los organismos de control y desfinanciamiento presupuestario a sectores clave, nuestro país transita una profunda sequía, lo que aumenta el riesgo de próximos incendios.

«Los fuegos están hablando de qué está pasando en un lugar y qué no pasa en otros. En nuestro continente es bastante evidente; lo que está pasando tiene que ver con la pregunta sobre esta matriz productiva y ahí es difícil separar al agronegocio de los negocios inmobiliarios –señala Paula Blois, licenciada en Ciencias Antropológicas–. Ahí hay una complejidad de lógicas extractivistas que empiezan a mezclarse para entender los fuegos. Además del humo que estamos respirando, el agronegocio es poder, es codicia, es afán de lucro, es no considerar el futuro», añade la también doctora en Antropología, coautora junto a Guillermo Folguera del libro Veneno, recientemente editado por Hekht.

Medios. Se informa sobre la «lluvia negra», precipitaciones contaminantes formadas por el humo, pero casi nada sobre las causas del fuego.

Foto: NA

«En nuestro libro hablamos de la temporalidad, de la política del veneno en el agronegocio y entendemos que no hay una pregunta por el futuro; es el aquí y ahora. Los fuegos también traen esa imagen, esa necesidad del espacio vacío, esa necesidad de avanzar, de la destrucción de los suelos, y de los suelos secos y compactados que son tierra fértil para los fuegos –dice la investigadora–. Hay ahí toda una maraña que desentrañar porque no aparece nunca la pregunta por las causas; aparece el factor humano, aparece mencionada la cuestión agrícola muy someramente, pero nunca toda esta maraña de intereses que permiten hacer una lectura de los fuegos».

Según explica Blois, «no es algo fortuito que nos sucede hoy, el agronegocio también contribuye a la crisis climática, destruyendo diversidad, homogeneizando –grafica–. Por otro lado, además, la crisis climática funciona como una abstracción que justifica cosas, porque en realidad los fuegos están sucediendo acá; el trigo HB4 (el trigo transgénico aprobado en mayo de 2022) está justamente pensado para lugares donde hay estrés hídrico, por lo tanto, sequía, entonces termina siendo una solución tecnológica a los males que acarrea el agronegocio», reflexiona la antropóloga.

Eventos extremos
Referente de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas (AAAA), Enrique Viale advierte que la trama configura el peor de los escenarios posibles y manifiesta su preocupación por los incendios: «Resulta preocupante la normalización de estos eventos climáticos extremos, estos estragos extremos que se van naturalizando como cosa distópica y sobre los cuales los medios de comunicación solo reflejan de forma pintoresca los humos, sin contar cuáles son las verdaderas causas, ni por qué ocurren estas cosas cada vez con más frecuencia y cada vez más destructivas –dice el abogado–. Es como que nos van alejando la línea de asombro. Vemos la combinación fatal entre el cambio climático global y el cambio en el uso del suelo, la deforestación, el corrimiento de la frontera del agronegocio sobre todo en el Cono Sur, Bolivia, Paraguay, Brasil, norte de Argentina también».

Relacionado con esta situación, lo que Viale quiere destacar también es que «en Argentina tenemos un Gobierno negacionista del cambio climático global y que tiene como objetivo económico, o plan económico si es que así se puede llamar, la reprimarización total de la economía –explica el profesional–. Es decir, el agronegocio negacionista de la cuestión ambiental, que redujo a menos del rango de Secretaría a la máxima autoridad ambiental argentina, un ajuste brutal que incluye obviamente las partidas relacionadas con esta problemática y un DNU que modificó la Ley de Fuego. Estamos en el peor de los escenarios, se nos viene un verano que nos deja a la buena o a la mala de Dios, de Alá, o de quien sea. Es desolador», se lamenta.

El autor de La naturaleza sí tiene derechos, aunque algunos no lo crean, texto escrito junto con Alberto Acosta (presidente de la Convención Constituyente de Ecuador en 2008, único país del mundo con una Constitución que garantiza los derechos de la naturaleza), encuentra poca resistencia a la grave crisis económica. «La resistencia está aplanada como está todo aplanado en Argentina; la gente está recibiendo los golpes, tratando de llegar a fin de mes, que no es poco, ¿no? Y la cuestión ambiental pareciera menor, secundaria –se plantea Viale–. Los temas nacionales en debate pasan por cuestiones básicas, derechos básicos, del siglo XIX, pareciera que tenemos primero que defender esos derechos y que los ambientales son del siglo XXI. Insisto, la cuestión ambiental, el extractivismo en América Latina y en nuestro país, es central para poder continuar la pelea por los demás derechos».

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