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Las dos caras del tenis

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Mientras la denuncia de un jugador puso de relieve el negocio del arreglo de partidos en el circuito, varios exponentes nacionales se ubican entre los primeros 100 del mundo y buscan repetir los logros de la legión argentina. El caso de Federico Coria.

Revancha. Luego de la sanción, el hermano del Mago Coria se consagró en Savannnah. (George Schminke)

Después de que Marco Trungelitti, un tenista santiagueño de 29 años, contara cómo habían intentado sobornarlo desde una mafia que arregla partidos, la vida siguió como si nada hubiera ocurrido. Fue el «todo pasa» –la máxima que Julio Grondona llevaba en un anillo– aplicado al tenis. A partir del momento en que hizo pública su situación durante una entrevista con el diario La Nación, se puso más el foco en Trungelitti que en la denuncia. Sintió un vacío en los torneos en que participó, vio cómo algunos colegas lo llamaban botón o soplón, y hasta tuvo que esperar varios meses para que la Unidad de Integridad del Tenis, un organismo independiente, confirmara que él no tuvo responsabilidad en la investigación por la que se sancionó a tres argentinos: Federico Coria, Nicolás Kicker y Patricio Heras.
En ese marco de sombras se mezclan otras luces del tenis nacional, que intenta despegar más allá de Juan Martín Del Potro. El año pasado, Kicker fue suspendido por tres años y multado con 25.000 dólares, por haber sido encontrado culpable de haber arreglado partidos en los Challengers de Padua y Barranquilla, en 2015. También Heras fue sancionado por la Unidad de Integridad por arreglos de partidos. El caso de Coria es distinto: el hermano de Guillermo no fue castigado por haber arreglado partidos, sino que tuvo apenas una sanción económica por no haber reportado que lo habían intentado sobornar. Esa actitud marcó la diferencia con Trungelitti, quien cuando lo contactaron desde una red dedicada a arreglar partidos para favorecer los intereses de los apostadores, siguió los pasos que indica el protocolo y lo denunció ante la Unidad de Integridad, conocida como TIU, por sus siglas en inglés. El deportista santiagueño dejó, de este modo, expuestos a sus colegas, es cierto, aunque su actitud parece  difícil de cuestionar: hizo lo que correspondía. «No estoy pidiendo sentirme como un héroe», tuvo que aclarar.

En ascenso
La problemática no salpica a todo el tenis nacional, pero sembró sospechas, sobre todo en el circuito de challengers. De ahí que conviene destacar su contracara en esta categoría, especialmente por el buen presente para los tenistas argentinos. Federico Coria es, precisamente, un ejemplo de esto. A principios de mayo, y después de los sinsabores que le supuso la sanción, consiguió su primer título en la segunda categoría del tenis al ganar el Challenger de Savannah, en Estados Unidos. El triunfo, además, recordó a su hermano. Porque Federico festejó como lo hacía Guillermo, imitando el gesto de Marcelo Salas, goleador chileno de River. «Grandeeeee fefinnnnnnn q alegría x vos, te rompes el alma, con esfuerzo y humildad dándole firme sin bajar los brazos nunca, en las malas te mantuviste firme y hoy cumpliste otro objetivo más», le escribió el hermano mayor en su cuenta de Twitter.
Todo el tiempo el tenis argentino espera el reverdecer de lo que fue la Legión, ahora encargada de los destinos de ese deporte desde la administración, con Agustín Calleri a la cabeza de la Asociación Argentina de Tenis. La camada 92 alimentó la esperanza, con Facundo Argüello, Renzo Olivo, Andrea Collarini y Diego Schwartzman, entre otros. Fede Coria también estaba entre ellos. Aunque Schwartzman fue el único que trascendió hacia los primeros planos y hoy está entre los 25 mejores del mundo. Junto con Guido Pella, que en mayo, después de haber llegado a los octavos de final del Masters 1000 de Madrid, lo superó en ranking ubicándose en el puesto 21º, encabeza el gran frente argentino, el que le cuida las espaldas a Del Potro, que a pesar de las lesiones se mantiene dentro del top ten.

Trungelitti. Expuso el caso en el TIU. (Simon/AFP/Dachary)

La de Pella ya es una temporada enorme. Después de varias finales perdidas, en marzo pasado consiguió su primer título de ATP en San Pablo. Se había convertido en un karma para el bahiense con las derrotas en Río de Janeiro (2016), Múnich (2017), Umag (2018) y Córdoba, en febrero, frente al local Juan Ignacio Lóndero. San Pablo fue el despegue. En Montecarlo avanzó, pero se topó con la potencia de Rafael Nadal. Imposible. Aunque a eso sobrevinieron, además, buenos triunfos contra jugadores muy duros, como fueron los casos de los rusos Karen Jachánov, en Barcelona, y Daniil Medvedev, en Madrid. Con el inicio del calendario sobre polvo de ladrillo, Pella quedó a las puertas de meterse en el top 20.

Jugar solo
Detrás del bahiense y del Peque Schwartzman, empujan Leonardo Mayer, Londero, Federico Delbonis y Guido Andreozzi, todos por bastante más abajo del puesto 50º, pero todos dentro del top 100. Por afuera de ese lote vienen Trungelitti, Facundo Bagnis y Carlos Berlocq, los que intentan crecer desde los Challengers. Suele ser ese el terreno donde la mafia de las apuestas intenta meter sus garras. Es ahí, como en los Futures, donde están los jugadores más vulnerables. Para seguir en competencia se necesita dinero y acaso se genera poco.
La problemática del arreglo de partidos, desde ya, excede por mucho a los tenistas argentinos. Hubo suspendidos en todo el mundo. Pero la Argentina podría mostrar a Trungelitti, que hasta tuvo que hacerle frente en redes sociales al ucraniano Sergiy Stakhovsky, miembro del Consejo de Jugadores de la ATP, quien lo acusó de «soplón». «¿Este es el apoyo que recibe un jugador por parte de un miembro del Consejo después de realizar una denuncia? Claramente, esta es la razón por la cual no hay denunciantes y la corrupción tiene acceso libre a la autopista», le respondió Trungelitti, que vive en Andorra junto con su novia. «Me usaron y me tiraron en el medio del mar», le dijo desde ahí al periodista Sebastián Torok en referencia a la Unidad de Integridad en el Tenis, donde hizo su denuncia. Es posible que el santiagueño se sienta solo en ese mundo. Pero su honestidad deportiva también debería considerarse un triunfo del tenis argentino.

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