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Campeón de jugadores

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Roberto Parrottino / Desde Córdoba

Con la jerarquía de su plantel como clave, el equipo de Battaglia obtuvo la Copa de la Liga. Es la cuarta estrella de la gestión Riquelme.

Grito sagrado. Festejo boquense ante una multitud, tras superar a Tigre en el estadio Mario Kempes de Córdoba.

AGENCIA CÓRDOBA/NA

Sebastián Battaglia se para. Es el único que se eleva en el banco de suplentes. Está por encima del resto. Faltan segundos para que empiece la final de la Copa de la Liga ante Tigre en Córdoba. La procesión, dicen, va por dentro. El estadio Mario Kempes late como si fuese La Bombonera. Battaglia –remera y pantalones negros, zapatillas blancas, una combinación yin yang– se mantiene parado: es el entrenador jugadorista que pasó de estar con un pie y medio afuera de Boca a ser una especie de Carlo Ancelotti –el actual DT del Real Madrid, campeón y finalista de la Copa de Campeones de Europa–, según los criterios de los ajenos.
Battaglia, en concreto, se apoyó en los futbolistas cuando el barco se zarandeaba en medio de la tempestad. Evitó el naufragio. Hizo de Boca un equipo sin una figura destacada, sino con futbolistas que, exigidos, sacaron a relucir lo que valen: la jerarquía individual. Boca se convirtió también en un equipo de jugadores. Y ese equipo que gana en su identidad le dio al club xeneize la 72º estrella que lo ubica como el máximo ganador en la historia del fútbol argentino. Porque a veces Boca, simple –y simplemente–, gana, muchas veces sin jugar bien. La camiseta y lo inexplicable existen en el fútbol.
Ese Boca de Battaglia goleó 3-0 a Tigre en la final de la Copa de la Liga. Contundente. El primer gol, de cabeza, de Marcos Rojo, un central de selección. El segundo de Frank Fabra, un golazo a lo lateral brasileño. Y el tercero de Luis Vázquez, el 9 que asoma y cabecea. Goles con peso específico. Pero, sobre todo, Boca fue el campeón que le ganó a todos en la Copa de la Liga. A Estudiantes, el primero de la Zona 2, cuando Battaglia se jugaba por primera vez la continuidad; a River, el rival eterno, de estilo definido en ocho años de Marcelo Gallardo como DT; a Defensa y Justicia, uno de los equipos de juego moderno en el fútbol argentino; a Racing –por penales–, el invicto ganador de la Zona 1; y otra vez a Tigre en su zona. Solo le faltó enfrentar a Argentinos Juniors si se toman como referencia los ocho mejores del torneo. Aplica el latiguillo de Juan Román Riquelme a un periodista en una conferencia de prensa cuando era futbolista: «Seremos menos malos que los demás». Es cierto que Boca sufrió como equipo, que de a tramos profundos se desdibujó a un punto de alerta. Apareció Agustín Rossi, el arquero que atajó una pelota que valió un gol en el Monumental.

Dar la cara
Boca tiene jugadores que pueden ganar partidos. En los decisivos, Luis Advíncula demostró por qué está cerca de jugar su segundo Mundial con Perú. El retorno de Carlos Izquierdoz, el capitán, le dio seguridad a Boca: ganó los últimos cinco partidos sin recibir goles. Con 13, Fabra quedó a cuatro goles de igualar a Rodolfo Arruabarrena como el lateral izquierdo más goleador en la historia de Boca. Alan Varela, un juvenil del Predio donde trabajan los juveniles, se posicionó como el volante central después de búsquedas múltiples. Pol Fernández casi nunca baja de los seis puntos. El paraguayo Óscar Romero refinó a Boca con pelotas «Bang! Bang!» que abren caminos (y pone el pie cuando hay que meter). Eduardo Salvio aportó goles clave y slaloms que si bien se repiten en malas terminaciones, empujan hacia adelante al equipo. El ídolo Darío Benedetto suma diez goles en 18 partidos desde su vuelta a Boca (siete en la Copa de la Liga 2022). Y Sebastián Villa se transformó en el jugador más desequilibrante en el ataque, el máximo asistidor (siete) en el torneo.

Conductor. Battaglia se convirtió en el hombre más ganador en la historia del club, con 19 trofeos.

TÉLAM

La Copa de la Liga 2022 es el cuarto título que obtiene la gestión de Riquelme en el Consejo de Fútbol después de la Superliga y la Copa Maradona 2020 –ambas con Miguel Russo– y la Copa Argentina 2021, ya con Battaglia. Cuatro títulos en dos años y medio. Y Boca debería jugar en algún momento tres finales: la Supercopa 2020 ante River, el Trofeo de Campeones 2021 ante River o Banfield y el Trofeo de Campeones ante el campeón de la Liga 2022. De momento, el jueves, sin respiro, Boca jugará ante Deportivo Cali la clasificación a los octavos de final de la Libertadores, la obsesión tóxica que a veces pareciera ser una obligación. El título local, por lo pronto, le dio la clasificación a la Libertadores 2023. «¡Olé, olé, olé, Sebaaa, Sebaaa!», se escuchó mientras Boca daba la vuelta olímpica en el Kempes. El entrenador que tenía «el ciclo terminado» en plena «crisis» movió las piezas con sigilo. Se entregó a los futbolistas, que sacaron la cara en la cancha, donde más lo vale en el juego del fútbol. Battaglia suele decir lo que todos quieren escuchar, no atrae desde el plano dialéctico. «Boca –dijo– hizo muchos méritos».
Benedetto apuntó con fiereza: «Nadie nos va a venir a decir cómo jugamos, nosotros sabemos cómo jugamos y sabemos qué hay que corregir. Nos dieron muchos palos, pero Boca volvió a tapar bocas». Palabreríos al margen, los jugadores –vale recordarlo siempre– son los que juegan, ganan y pierden. Y este Boca de Battaglia que se apoya en las explosiones de los futbolistas ganó, de menor a mayor, la Copa de la Liga 2022. Ganó otra vuelta.

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