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La selección de los años dorados

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Alejandro Duchini

La Scaloneta venció a Colombia y obtuvo la Copa América, cuarto trofeo en tres años. Del caos organizativo a las lágrimas de Messi y Di María, crónica de una noche inolvidable.

Una sana costumbre. El plantel argentino celebra la conquista en Estados Unidos. Fue 1 a 0 con gol agónico de Lautaro Martínez.

Foto: NA

Somos contemporáneos del mejor seleccionado argentino de la historia. La Scaloneta es una máquina de ganar. Cuatro títulos en tres años. ¿Cuál es el techo de un equipo que gana hasta cuando no tiene a Messi? ¿Qué decir de un seleccionado que eclipsa al pasado? Messi alcanzó a Diego, Dibu está a la altura del mejor Fillol y Scaloni afianzó una escuela propia y desterró las viejas polémicas entre Menotti y Bilardo. La Scaloneta ya tiene más títulos que sus antecesores y juega a un nivel superlativo. Todo esto, más allá del resultado ante Colombia. Porque una derrota no habría tapado lo que juega este multicampeón. 

La noche de la final por la Copa América, hay que aclarar enseguida, venía complicada, no solo porque Colombia jugaba mejor, sino también porque contra los pronósticos, la primera de las despedidas fue la de Messi y no la de Di María. A los 20 minutos del segundo tiempo, en el mejor momento de Argentina, Messi sintió un tirón y quedó tendido sobre la alfombra que simula pasto de las canchas estadounidense. Pidió el cambio y minutos después lloraba en el banco de suplentes. La cámara, que obviamente no se iba a perder el show, iba y venía entre el partido y sus lágrimas.

Parecía un nene y dolía verlo así, como vencido. No solo por él, sino también por nosotros, que sin su presencia en la cancha, parecemos huérfanos. Tanta es nuestra messidependencia. Lo que siguió fue durísimo, como toda final. Así y todo, la Scaloneta empezó a jugar mejor. Di María (quedó como capitán) había anunciado el primero cuando el arquero Camilo Vargas le tapó una increíble. Después pasó lo de Messi y enseguida hubo un penal para Argentina que el árbitro brasileño Raphael Claus no quiso cobrar. La televisión no volvió a mostrar la jugada: estaba más pendiente del llanto de Messi y de la euforia en las plateas, como la del músico colombiano Maluma y sus fans. Y como si fuera poco, Claus llamó al VAR por una inexistente falta de Mac Allister en nuestra área. Eso es sufrir.

Adiós a la magia. Con lágrimas, Fideo saluda a los hinchas en su despedida del seleccionado.

Foto: Getty Images

Director de orquesta
La salida de Messi (entró –y muy bien– Nico González) hizo reaccionar al equipo; pareció como que sus compañeros dijeran «vamos a dedicarle el triunfo a nuestro capitán». Di María se perdió otro y De Paul se consolidó en el medio con su necesaria prepotencia. En el alargue, Vargas le tapó una increíble a Nico González y enseguida Scaloni mandó a la cancha a Lautaro Martínez, Leandro Paredes y Gio Lo Celso, los protagonistas del gol a ocho minutos del fin. Scaloni y su cuerpo técnico son increíbles. Aunque sin Messi, ya era una Scaloneta en estado puro comandada por un iluminadísimo Di María que jugó y dirigió la orquesta durante casi 120 minutos.

Hasta que, tal como anunció, llegó el momento de salir y lloró y lloramos. Lo aplaudieron todos: en su última función, la rompió. «Soñé que me retiraba de esta manera. Estoy eternamente agradecido a esta generación», diría un rato después, con el título consumado tras el gol de Lautaro Martínez.

Después de Messi, pero ahí nomás, el Fideo se convirtió en el referente de este equipo. Lo queremos todos. Por su historia, por su juego y por su humildad. Porque hasta que le hizo ese golazo a Brasil en el Maracaná, en 2021, fue blanco de insultos y agresiones y ahora tiene revancha. Hoy es un símbolo y se ganó el afecto de un país. Es la venganza del Jedi, el guerrero silencioso que les tapó la boca a todos sin apelar a la violencia. Lo suyo fue y es juego y esfuerzo, juego y esfuerzo. Todo con el ADN rosarino. Messi, Fito, el Che, Olmedo, Litto, Fontanarrosa. Y Di María, claro.

Dolor. Messi debió salir por lesión en el segundo tiempo.

Foto: Getty Images

Sálvese quien pueda y good show
La noche de la final había arrancado mal. No solo porque los colombianos tomaban la iniciativa del partido, sino porque en la previa pasó todo lo que no debería pasar. Fue la Copa América peor organizada que se recuerde: tal vez no se pueda hacer peor. Ojalá que la FIFA tome nota para que el Mundial de Estados Unidos no sea como este torneo.

En Estados Unidos el fútbol tiene destino de soccer. Hay cosas que no cambian. Sin embargo, vienen organizando fútbol internacional más para sus ciudadanos latinos y la televisión. Vermouth con papas fritas y good show.

La televisión logró lo que nunca: que el entretiempo de una final dure 25 minutos en vez de los 15 reglamentarios. Todo para que se arme un escenario y que la cantante Shakira le ponga onda (sin lograrlo) a una noche futbolera. El fútbol, por suerte, no necesita de Shakira ni de luces ni de fuegos artificiales. Al comienzo de la Copa, frente a Canadá, Scaloni había sido sancionado por demorar el regreso al segundo tiempo. 

Hay que agradecer que no haya habido una tragedia en los alrededores del Hard Rock Stadium de Miami. Cientos de hinchas agolpados ante las puertas cerradas a poco del inicio del partido derivaron en incidentes con la policía. Fue un sálvese quien pueda con chicos que quedaron separados de sus padres, con gente golpeada y muchas protestas. Cuando abrieron las puertas, las corridas fueron para entrar, con o sin entradas y por donde se pudiese: desde los techos hasta por los tubos de ventilación. Primer mundo.

Sin embargo, al mismo tiempo, la TV insistía con la fiesta en las plateas: luces, música, fuegos artificiales. Como si no pasara nada, Argentina-Colombia empezó con un hora y media de retraso.

El estado de los campos de juego fue lamentable. Lo dijo Scaloni y lo ratificó Marcelo Bielsa. Pero los jugadores, entrenadores y dirigentes están obligados a callar. Si se hubiese cuidado al menos ese detalle, tal vez no hubiésemos hablado de un Messi lesionado.

Pasadas las 3 de la mañana del lunes 15 de julio, la gente salió a festejar. Un par de horas antes Argentina le había ganado 1 a 0 a la mejor Colombia de los últimos años. Le sacó un invicto largo y, mucho más que eso, se coronó como el seleccionado más ganador de la Copa América. En la cancha, los jugadores argentinos siguieron festejando junto a sus familiares y amigos. La foto del tobillo de Messi hinchado como una pelota se hizo viral. Otra similitud con Diego. Las plateas siguieron ocupadas por hinchas que aplaudían y que no querían irse nunca. Muy lejos, en Buenos Aires, alrededor de un Obelisco iluminado en celeste y blanco, cientos desafiaron al frío para festejar. En las calles todavía resonaban bocinas de autos: en una Argentina demasiado invernal hay ganas de celebrar. 

Lo que querían esos cientos en el Obelisco, esos automovilistas que manejan por Buenos Aires y esos hinchas en Miami era que esa noche, como tantas otras en los últimos años, no terminara nunca.

Mientras, la Scaloneta no para de ganar.

Descontrol. Hinchas argentinos y colombianos sufrieron de la deficiente organización en el estadio Hard Rock de Miami.

Foto: Getty Images

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