Opinión

Jorge Vilas

Periodista

El valor de la palabra

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Ataque. El presidente acusó de coimeros a legisladores que debaten sus proyectos.

Foto: NA

El paso del mandatario argentino por el Foro Económico Mundial realizado en Davos fue un nuevo mojón de su ¿estrategia? comunicacional. La diatriba contra lo que llama socialismo o colectivismo, que a su juicio reina en ese espacio que congrega a magnates, jefes de Estado y representantes de grandes corporaciones –en suma, al poder económico mundial–, parecía un discurso de la peor derecha de los tiempos de la Guerra Fría. Resulta reveladora acerca de la recepción del discurso presidencial en el país europeo la crónica del diario La Nación, insospechable de animadversión hacia el Gobierno libertario. Estupor, sorpresa, delirio absoluto, bizarro, son algunos de los términos citados por la corresponsal.
Si algo se le puede reconocer a Milei es la correspondencia entre lo que decía en campaña, lo que dice como presidente fronteras adentro y lo que expresó en el primer foro internacional en el que interviene como representante del país. Son las mismas definiciones basadas en lo que denomina «evidencia empírica», mientras los hechos y las estadísticas no convalidan ninguna de sus afirmaciones.
El problema es que un presidente no es un panelista televisivo ni un tuitero «picante», terrenos, ambos, donde se puede decir cualquier cosa. Sus palabras tienen otro valor y da la sensación de que nadie le advierte a Milei acerca de este cambio en su rol. Por el contrario, sus funcionarios más cercanos destacan sus dichos y, ampulosamente, lo catalogan como «histórico» o celebran la cantidad de reproducciones, como si ese dato fuera positivo en sí mismo. La lógica de las redes sociales se guía por el impacto, por cantidad de likes o vistas, y ese «éxito» no tiene que ver con las características positivas del mensaje sino con su capacidad de viralizarse, algo en lo que tanto Milei como sus militantes más entusiastas son expertos. En ese terreno vale todo: fake news, agresiones, insultos, entre otras prácticas.

Mentiras y héroes
Por eso Milei puede decir sin sonrojarse que alguna vez «Argentina fue la primera potencia mundial», que la inflación «viaja al 15.000% anual» o que «no hay diferencias sustantivas. Socialistas, conservadores, comunistas, fascistas, nazis, socialdemócratas, centristas. Son todos iguales». Además, puede «discutir» con una cuenta falsa del gobernador bonaerense Axel Kicillof, y cuando sale a la luz el error, en lugar de pedir disculpas, insultar al reelecto mandatario provincial porque a su juicio «es capaz de decir esas estupideces». Antes se había «peleado» con un gran actor argentino fallecido años atrás, Hugo Arana, basado en una vieja participación en un programa de televisión. Y había relacionado la contratación de una artista popular para un festival en la provincia de La Rioja, a comienzos de 2023, con los problemas financieros que dicho distrito sufre ahora como consecuencia de los brutales recortes planteados por su Gobierno. Lo mismo vale para atacar la equidad de género y negar el cambio climático usando información falsa.

X. En esa red social, Milei replica y hace propios mensajes agresivos y descalificadores.

Foto: Captura

También desarrolla la «lógica tuitera» para relacionarse con otros poderes del Estado. Reiterados insultos hacia legisladores nacionales, electos por el voto popular y con idéntica legitimidad que la del presidente, porque no aprobaron en 24 horas su megaproyecto de ley y el no menos «mega» DNU. Acusó de coimeros, sin dar nombres ni ofrecer pruebas de tales supuestos delitos, a diputados y diputadas de distintas bancadas, varias de ellas, las que presumiblemente podrían darle los votos que necesita para aprobar el plan libertario.
La República Popular China y Luis Inacio «Lula» da Silva, presidente de Brasil, también fueron objeto de ataques e insultos del mandatario argentino, quien atentó de ese modo contra los intereses nacionales, ya que se trata de los principales socios comerciales del país, desdeñados con el propósito de alinearse en forma absoluta con Estados Unidos.
Las (malas) palabras de Milei no son gratuitas para los y las argentinas, el presidente representa al país, le guste o no, y debe estar a la altura de ese cargo al que llegó gracias al voto de millones de ciudadanos y ciudadanas que confiaron en él. Hasta el momento, en lugar de responder a esa confianza, parece empeñado en aplicar las recetas ultraliberales para favorecer a los grandes empresarios que, tal como dijo en Davos, son para él, «héroes y benefactores de la sociedad». 

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