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Pequeños bocados

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Pese a la concentración en manos de multinacionales, la dinámica del sector se sostiene gracias al aporte de la pequeña y mediana empresa. Agregación de valor e informalidad laboral.

Exportaciones. Diez productos –entre ellos el chocolate– representan el 75% de las ventas nacionales al exterior. (Bibiana Fulchieri)

 

Que el rubro agroalimentario es uno de los sectores más dinámicos de la economía es bien conocido por todos, ya que se trata de productos de primera necesidad. En ese marco, pese a la posición dominante que ejercen las multinacionales alimentarias, las pequeñas y medianas empresas son protagonistas de la actividad productiva en este segmento. Más del 90% de las empresas productoras de alimentos y bebidas son pymes, de acuerdo con datos de la Cámara de Industriales de Productos Alimenticios (CIPA). «Además, son empresas que se definen por su carácter regional, lo que mejora el desarrollo de las áreas rurales del país», explicaron desde la cámara patronal. El desafío, como en otras áreas, continúa siendo el agregado de valor a las exportaciones. La producción agroalimentaria cuenta con un fuerte perfil exportador basado en las ventas de productos primarios, como la soja. Según datos aportados por la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL), el sector de alimentos y bebidas representa actualmente el 5% del Producto Interno Bruto (PIB) y genera el 25% del valor agregado bruto aportado por la industria en su totalidad. La industria alimentaria exporta el 34% de su producción a 180 destinos, con los que supera los 29.000 millones de dólares anuales. Las pymes fueron las máximas protagonistas de este crecimiento y su principal valor hizo eje en la capitalización de su inversión en la generación de fuentes de empleo y el incremento de su capital tecnológico. En los últimos 4 años, las pequeñas y medianas unidades de negocio nacionales aumentaron su plantel de empleados en un 57%, mientras que incrementaron su capacidad instalada en un 58%. Las características propias del sector y las generales del segmento pyme, junto con la connivencia de rubros en los que existe mayor grado de concentración, determinan una serie de desafíos para que las empresas de menor envergadura puedan agregar valor a sus exportaciones. De acuerdo con los últimos datos oficiales, las pymes agroindustriales en el país presentan en promedio una facturación un 20% mayor al promedio de la industria y similar dimensión media en ocupados. Esto refleja una mayor facturación promedio por ocupado. También se advierte una alta participación de empresas unipersonales y sociedades de hecho bajo conducción familiar. En la mesa La industria alimentaria argentina recuperó su dinamismo después de la crisis de 2001-2002. El 98,6% de las empresas del sector de alimentos y bebidas está constituido por micro o pequeñas empresas que generan 3% de las ventas. Las ventas al exterior de alimentos totalizan más del 90% de las exportaciones de manufacturas de origen agropecuario. El 60% del valor de las exportaciones de alimentos está concentrado en la rama de los aceites y sus subproductos, representando el 80% del volumen físico exportado con valor inferior al promedio de las ventas externas. Solo un cuarto de las colocaciones externas de alimentos y bebidas constituyen productos de alto valor. Los principales productos exportables son papas congeladas prefritas (26% del total), chocolates (15%), caramelos (7%), galletitas dulces (5%), panificados (4%), levaduras (4%), bebidas para diluir (3%), cereales (3%), mayonesas (3%), purés, pastas y frutas (3%), de acuerdo con el relevamiento del INTI sobre la base de datos del INDEC. Estos 10 productos representan el 75% de las exportaciones. Uno de los principales obstáculos que enfrenta la actividad es el alto grado de informalidad laboral, lo que erosiona la competitividad del sector. En muchos casos los trabajadores no conocen el monto de los haberes por percibir ni cuentan con ropa de trabajo adecuada, medidas de seguridad y, en ocasiones, la jornada de trabajo se extiende a 12 horas sin un pago extra, señalan desde los organismos de control del empleo rural. Según estimaciones del Ministerio de Trabajo, el empleo no registrado en el sector se ubica entre el 40-45%, muy por encima del promedio de toda la economía (30-35%). Las pymes detentan un mayor grado de formalización de sus plantillas, pero no alcanzan a amortiguar el incumplimiento de las grandes. El 80,1% de las empresas agroalimentarias cuenta con entre 1 y 10 empleados; el 14,5% entre 11 y 50 ocupados; el 4% tiene entre 51 y 200 trabajadores y el 1,4% más de 200 en sus nóminas laborales, según datos del Centro de Economía Internacional de Cancillería. Otro factor clave para el desarrollo de la actividad es el financiamiento. Entre los reclamos de la industria agroalimentaria se destaca la necesidad de una mejor conexión entre el sistema financiero y la matriz productiva. El pedido alcanza a bancos, programas públicos, mercado de capitales y a las mismas cámaras. «Una activa política comercial de los bancos dirigida hacia ese segmento de empresas, acompañada por adecuados incentivos de la política pública, constituye sin duda uno de los instrumentos válidos para comenzar a recorrer el camino de la profundización financiera y la capitalización de las firmas», sostiene la propuesta elevada a la cartera de Agricultura por las cámaras de la pequeña y mediana empresa en 2015. —Cristian Carrillo

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