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Una vitrola a-gogó

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Juan Ignacio Babino

El peso, la hondura de Palo Pandolfo en la música argentina es demasiado grande. La historia hará justicia con los años y volverá su nombre y su verbo cada vez más cardinal, ineludible. Es simple: su obra lo demanda. Así, a poco más de un año de su fallecimiento, acaban de editarse dos libros que orbitan a su alrededor: Pozoguerrilleroirascible, de Santiago Segura, y De la noche a la mañana, de Facundo Soto.
El primero se centra en la corta –dos discos de estudio y uno en vivo– pero intensísima vida de Don Cornelio y La Zonaa través de un registro coral donde son muchos los que cuentan: todos los integrantes de la banda, amigos, parejas, allegados, fans, periodistas, managers y hasta Mario Breuer y Andrés Calamaro, ingeniero y productor respectivamente del primer disco. El trabajo de Segura incluye un material inédito exquisito: fotos, afiches de shows, bocetos, notas de la época.
Hacia el final hay un apartado dedicado a Los Visitantes –en definitiva, allí volvieron a congregarse algunos miembros de Don Cornelio– y al período solista de cada uno. Por peso propio y prepotencia de trabajo, es obvio, se cuenta más sobre Pandolfo. El autor no dejó vericueto sin mirar: desde la etapa germinal hasta los últimos días del grupo, las grabaciones, los vivos, los excesos, el fuego apagándose. En el libro se lamen heridas de modo honesto, hay contracciones: es la memoria la que dicta. Y la ecuación se descubre sencilla: Segura puso REC y dejó decir.
Pozoguerrilleroirascible, además, hace un movimiento tan noble como simple: se corre de la mera anécdota. Las hay, claro, y son bienvenidas, pero son apuntes satelitales. Y explicita lo que está en el aire: Pandolfo como una especie de resonador de los últimos cuarenta años en Argentina: Don Cornelio y la esperanza rota de la primavera democrática de los 80; Los Visitantes y los años menemistas y neoliberales durante la década del 90; Pandolfo solista y su primer disco en soledad en octubre de 2001, con el país a punto de estallar. El trabajo de Segura demandó largos años y tiene la belleza de un investigador encantado por lo que cuenta y la precisión de un obsesivo.
En simultáneo acaba de editarse también De la noche a la mañana, suerte de biografía alrededor de la figura de Palo. Soto frecuentó y compartió de manera íntima con Pandolfo durante todos estos años, desde Don Cornelio en adelante. Así, el autor echó mano a esos encuentros personales, pero también sumó la voz de otros entrevistados y sobre todo el archivo y la enorme presencia del músico en los medios, principalmente gráficos. Se lee allí a un Pandolfo testimonial, contradictorio, a veces furioso, por momentos en calma; siempre a flor de piel y lúcido respecto de lo que pasaba alrededor.
El texto de Soto sigue el derrotero del cantor desde su infancia hasta sus últimos días. Tal vez en ello resida uno de sus hallazgos: en lo contado alrededor de su etapa infantil y preadolescente, sus vínculos y modos relacionales con la familia, sus primeras inquietudes musicales y demás. Por momentos, el relato se pierde un poco, desordena el rastro. Quizás esa cercanía de fan haya operado en contra al momento de narrar.
Vale remarcar las fotografías que acompañan el trabajo. Son de Ale Pi-Hué y se adivina en ellas un trato cercano, amoroso, humano, cómplice con Palo. Hay en esos retratos una suerte de síntesis de su figura: por momentos un hombre aniñado y en otros, tal como se señala en el libro, un merodeador salvaje.

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