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Ecuador en guerra

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Ricardo Gotta

Una ola de violencia narco dejó un saldo trágico en el país andino. El presidente Noboa moviliza al Ejército, pero el crimen organizado avanza y pone en jaque al Gobierno.

En emergencia. Un camión militar patrulla las calles de Quito, este martes 9, tras la orden dispuesta por el presidente.

Foto: NA

Álvaro Noboa es el hombre más rico de Ecuador, empresario bananero y de medios con sede en Guayas, cinco veces frustrado candidato a la presidencia. Su hijo, Daniel Roy-Gilchrist Noboa Azín, nacido en Miami hace 36 años, en cambio lo logró en el primer intento: asumió el pasado 23 de noviembre. A menos de dos meses le estalló una sangrienta ola de violencia provocada por el narcotráfico. Un mal que viene de lejos, pero que el martes 9 cobró mayor relevancia cuando grupos criminales tomaron distintos sitios en Quito y Guayaquil. Según las autoridades, los incidentes dejaron al menos 10 muertos y numerosos detenidos.
El mandatario mencionó una veintena de bandas narcos, más o menos organizadas, armadas hasta los dientes, para declarar el Conflicto Armado Interno que ordena la acción inmediata de las Fuerzas Armadas para neutralizarlas: Águilas, ÁguilasKiller, Ak47, Caballeros Oscuros, ChoneKiller, Choneros, Covicheros, Cuartel de las Feas, Cubanos, Fatales, Gánster, Kater Piler, Lagartos, Latin Kings, Lobos, Los p.27, Los Tiburones, Mafia 18, Mafia Trébol, Patrones, R7, Tiguerones. Aunque, es sabido, son cientos los grupos, más o menos dependientes de los poderosos carteles de la región, por caso, los mexicanos de Sinaloa (que prohija a Los Choneros y a otros), Jalisco Nueva Generación (ligado a Lobos y Tiguerones), el colombiano Clan del Golfo y el brasileño Comando Vermelho.
El último domingo 7, José Adolfo Macías Villamar, alias «Fito», líder Chonero, se fugó de la Penitenciaría del Litoral. A las pocas horas, el presidente admitió la importancia de la fuga, anticipó sus implicancias y anunció que aceleraría el Plan Fénix, que incluye la importación de cárceles-barcazas (existen en Australia, Gran Bretaña y Estados Unidos) y la construcción de una prisión de supermáxima seguridad como la del salvadoreño Nayib Bukele: «Con cooperación israelí, que ya se probó en Tailandia, Singapur, México, El Salvador», detalló Noboa.
Fue criticado por quienes vieron despuntar el hilo del negociado; pero la guerra estaba declarada.

La explosión
Horas después, la espiral de violencia narco le estallaba en las manos. Pasado el mediodía de este martes 9, sicarios armados tomaron TC Televisión, en medio de la transmisión en vivo, con fusiles y granadas, para emitir sus proclamas: «Con la mafia no se juega», o «(Noboa) declaraste la guerra y la tendrás»; «Policía, civiles y soldados son botín de guerra».
Poco después, también ingresaron a los hospitales Vernaza, Teodoro Maldonado Carbo, Hospital del Niño, Bustamante, Guayaquil y Ceibos y a la Universidad de Guayaquil, entre otros sitios. Hubo choques entre bandas y contra policías, uno en la esquina de la Intendencia. Incendios de coches y edificios, ataques con explosivos, secuestros, un caos que fue creciendo ante el estupor de todo un país. La violencia se replicó en otras ciudades, mientras desde el Palacio de Carondelet, en Quito, antes de ordenar su evacuación ante la inminencia de un ataque, el Gobierno admitía revueltas en al menos seis cárceles, toma de rehenes y la fuga de otro cabecilla narco, Fabricio Colón Pico.
Aquiles David Álvarez, uno de los promisorios jóvenes de la Revolución Ciudadana, en mayo pasado, asumió a los 39 años la alcaldía de Guayaquil. Su ciudad sufrió la peor parte. Su líder, Rafael Correa, se solidarizó con el Gobierno de Noboa. «Todo el apoyo, presidente», mensajeó cerrando con un «La patria triunfará. ¡Hasta la victoria, siempre!». El expresidente había sido criticado por supuestos coqueteos con el flamante mandatario conservador, quien, a su vez, entre sus aliados tiene a Otto Ramón Sonnenholzner (excandidato de la derecha Actuemos; exvice de Lenin Moreno), quien agita el plan de trabajo forzado para los presos y la creación de escuadrones militares de elite.
Mientras, la violencia amenaza a un Gobierno que no terminó de asumir. 

Ataque. Detención de personas acusadas de irrumpir y tomar el canal de televisión TC, en Guayaquil.

Foto: NA

Viejo edén 
El narcotráfico ingresó a Ecuador cuando era uno de los países más tranquilos de la región. Hoy los niveles de violencia ponen en jaque la institucionalidad política que viene a los tumbos hace lustros. Van por carriles paralelos: un candidato presidencial (Fernando Villavicencio) fue cocido a tiros en la campaña que derivó en la elección de Noboa (crimen ordenado desde la cárcel de Cotopaxi, según la Policía) y otra media docena de políticos fueron acribillados, en un país que transita por los 40 homicidios por cada 100.000 habitantes, más de 24 por día; índice que se duplicó en un año, como los robos, secuestros y extorsiones.
Con un sistema carcelario de 20 institutos (más de 40.000 hacinados; el doble de su capacidad) –atestados de arsenales en poder de las bandas que reproducen a diario sus muertos cruzados, los recurrentes motines dejaron de ser noticia. El último día de 2023 se incineraron 450 toneladas de drogas incautadas durante el año: en 2019, solo fueron 74. El exjefe de inteligencia del Ejército, Mario Pazmiño, sentenció hace seis meses: «Ecuador mutó de país de tránsito a una plataforma internacional de distribución de narcóticos».

Costa preciosa
Las islas Galápagos, verdadero paraíso terrenal, orgullo ecuatoriano, se hallan en pleno océano Pacífico. Una costa de unos 1.600 kilómetros, con puertos, estructura, tránsito y legislaciones resulta ideal para los cárteles latinoamericanos, por su ubicación territorial junto a Colombia y Perú (principales productores de cocaína); por la debilidad en los controles de frontera; y por la labor de Gobiernos como el del mexicano Andrés Manuel López Obrador y el del colombiano Gustavo Petro, en la guerra contra el lavado de activos del narcotráfico.
Las bandas copan regiones enteras de las provincias de Esmeraldas, Manabí, la pequeña Santa Elena y la estratégica Guayas, la de la familia presidencial, con su capital Guayaquil surcada por el río que le presta el nombre a la provincia y un puerto absolutamente permeable. Igual que la frontera con Perú, en el distrito El Oro, un nombre más que simbólico. Juan Zapata Silva, antes de ser eyectado como ministro del Interior de Lasso, reconoció: «Ecuador tiene 24 provincias, el problema está en cinco, la ruta de la droga hacia Centro y Norteamérica». Los puntos de almacenamiento funcionan en la sierra y también en Quito.

Las bandas
«Fito» nació el 18 de noviembre de 1979 en la ciudad de Manta, Manabí y con los 20 recién cumplidos se convirtió, junto con otros dos narcos, en líder de la incipiente banda de Los Choneros, surgida en Puerto Arturo, Chone, también de Manabí. Tras la muerte de los otros dos capos narcos, y desde la cárcel, Fito pasó a liderar la banda. En 2012 fue sentenciado a 34 años: entre fuga y fuga pasó 12 de los últimos 20 en prisión. En el Centro Guayas N°2, La Roca, la cárcel más segura de Ecuador, solo estuvo un mes: es el feudo de otras bandas.
En complicidad con el corrupto sistema judicial fue trasladado a la Regional (Penitenciaría del Litoral), desde donde se fugó pese a que allí había armado una fortaleza, con armas, drogas, equipos de comunicación, gimnasio y hasta gallos de pelea. Lo secunda su hermano Ronal Javier Macías Villamar, «Javi». En Ecuador es un secreto a voces que tenía buena relación con el expresidente Lasso. Todo cambia. Hoy es el enemigo número 1 del presidente Noboa. Y de Fabricio Colón Pico, «El Salvaje», quien este martes, también se fugó de su encierro en Riobamba, a mitad de camino entre Quito y Guayaquil.
Líder de Los Lobos y Los Tiguerones. Todos integraban la misma banda, pero rompieron con Fito, y se aliaron con Los Chone Killers, Lagartos, Latin Kings y Los Pipos, para operar en la región del Guayas. Habían llegado a un armisticio, pero el asesinato de un sicario, en uno de los tantos motines, rompió el pacto.
«Se trata de disputas territoriales que han permeado a la política, a la Justicia, al Parlamento, a la policía y ahora quedaron en el estado más macabro», define el periodista Xavier Ordoñez. «El narcotráfico avanza en Ecuador porque es un país dolarizado y eso facilita su tarea», aseguraba el presidente Noboa, cuando aún era candidato. Son radiografías de un país que vive una crisis institucional severa, con un Estado que fue desmantelado en los últimos años tras el giro hacia el neoliberalismo.
En definitiva, este martes 9 dejó más terror en Ecuador. Y dejó algo peor: la sensación de que esta crisis se torna imprevisible y no parece tener un final a la vista.

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