Opinión

Mariana Carbajal

Periodista

Prohíban esos libros

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Foto: Shutterstock

A mitad de año, un distrito escolar de Florida, Estados Unidos, prohibió un libro sobre libros prohibidos. Fue a petición de Moms for Liberty, un grupo derechista de padres y madres. Alegaron que representaba conductas sexuales y «enseñaba a los niños a ser guerreros de la justicia social». Todo ocurrió en el condado de Indian River. El libro se llama, paradójicamente, Ban This Book –Prohiba este libro– y es del escritor Alan Grantz. Relata la historia de una niña de cuarto grado que busca devolver su libro favorito a la biblioteca escolar después de que las autoridades lo retiraran. Aunque un comité del distrito escolar recomendó que Ban This Book no fuera censurado, la junta escolar del condado votó para prohibirlo. No es el único libro prohibido en EE.UU.

La Asociación Americana de Bibliotecas documentó 4.240 títulos de libros que fueron objeto de censura en 2023 –un aumento del 65% con respecto a las cifras de 2022–. Entre los diez libros más cuestionados, la mayoría tienen temáticas LGBT, pero el movimiento de ultraderecha –muy organizado en todo el territorio estadounidense– busca eliminar libros sobre raza, historia, identidad de género, sexualidad y salud reproductiva. Incluso, han conseguido prohibir una novela gráfica sobre El diario de Ana Frank.

Hace pocos días tuvimos una muestra de que ese movimiento pretende desembarcar en el país al amparo de la «batalla cultural» promovida por el Gobierno. El ataque estuvo dirigido principalmente a la novela Cometierra, de Dolores Reyes, pero también a otros tres títulos de autoras mujeres: Si no fueras tan niña. Memorias de la violencia, Las Primas y Las aventuras de la China Iron. Los cuatro forman parte de un programa del Gobierno bonaerense que lleva miles de libros a bibliotecas de institutos de formación docente y de escuelas secundarias. Los libros no son de lectura obligatoria y están acompañados por una guía con la síntesis de cada uno y, en el caso que correspondiera, con la inscripción: «Requiere acompañamiento docente». Eso dice de Cometierra. Además, estaba recomendado para los últimos años de la escuela media.

La absurda movida contra los libros derivó en una denuncia judicial de la Fundación Natalio Morelli contra el ministro de Educación bonaerense, Alberto Sileoni. En lugar de preocuparse por el vaciamiento del Plan ENIA –para prevenir el embarazo no intencional de adolescentes– de parte del Gobierno nacional, están buscando crear un problema donde no lo hay. Hace varios años que Cometierra es leído por adolescentes. Dolores Reyes ha contado en estos días que tiene su casa repleta de dibujos y cartas de estudiantes conmovidas por su lectura.

Se trata de una novela de literatura fantástica, que va por la 17° edición. Se cuestionó una carilla entre 173, donde se describía una relación sexual consentida. Se la acusó de ser pornográfica.

Cometierra, que ya fue traducida a más de 15 idiomas, incluido el árabe, aborda la problemática de los femicidios y la desaparición de mujeres en el Conurbano. Un tema que, lamentablemente, no pierde actualidad. El arte, se sabe, puede ayudar a contar algunas escenas difíciles de hablar en la escuela.

La lectura colectiva protagonizada el sábado en el Teatro Picadero por más de un centenar de escritoras y escritores, junto a Dolores Reyes, y el fenómeno de ventas de las últimas semanas de la novela, nos devuelve un mensaje esperanzador –de organización y resistencia– frente a una desquiciada avanzada oscurantista.

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