Opinión

Martín Becerra

Doctor en Ciencias de la información

Casi un monopolio

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Concentración. Telecom –controlada por el Grupo Clarín– compró Telefonica Argentina por US$1.245 millones.

Foto: NA

Una semana después de ejecutada la compra de Telefónica de Argentina por parte de Telecom (controlada por los accionistas del Grupo Clarín), el presidente Javier Milei volvió a la carga en su red favorita, X, con fuertes acusaciones contra Clarín. Mientras, sus subordinados en los organismos que deben tramitar la pendiente aprobación de esta megaoperación bosquejaban la respuesta que darán a través de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC) y el ente gubernamental de comunicaciones, Enacom.

El Gobierno tiene tres opciones: puede convalidar la compra sin objetar ningún detalle (si lo hiciera, incumpliría las normas vigentes); autorizarla con condicionamientos (entrega de espectro móvil pues excede el permitido, venta de activos en localidades donde la suma de Telecom y Telefónica supera determinado porcentaje de mercado y abusaría de posición dominante); o desaprobarla por completo.

Los tiempos de resolución del trámite, así como los de las previsibles objeciones administrativas y judiciales, favorecen al emporio infocomunicacional conducido por Héctor Magnetto. Las reglas de juego –dispuestas por la política en forma de leyes, decretos y reglamentos, pero también por la capacidad técnica de organismos que deben intervenir como autoridad estatal– están instituidas para resguardar las concentraciones de mercado y entorpecer la acción pública en el caso, infrecuente, de que pretenda impedirlas o atenuarlas.

Telecom ya pagó a la casa matriz de Telefónica en España, apresurada por deshacerse de sus filiales latinoamericanas (excepto Brasil) para cubrir su pasivo. A pesar de que Milei alentaba que otros interesados se quedaran con Telefónica de Argentina, como Carlos Slim (América Móvil, Claro), el Grupo Werthein e incluso capitales vinculados con José Luis Manzano (Grupo América), el Grupo Clarín –junto a su socio David Martínez– cerró el trato en US$1.245 millones el 24 de febrero.

A diferencia de gobernadores peronistas y radicales y de senadores y diputados elegidos por fuerzas políticas nominalmente opositoras, Clarín y Telefónica no obedecieron la voluntad de Milei y le imponen su propia ley, la de los hechos consumados.

En la noche del domingo 2 de marzo, Milei acusó a Clarín de presionar y operar a los Gobiernos para obtener beneficios. «Hoy quieren quedarse con el 70% de las telecomunicaciones argentinas –tuiteó el presidente–. Eso implica que tu celular, tu internet, tu teléfono, todo lo controlaría el mismo grupo económico, que por su posición dominante podría cobrarte cualquier precio porque no habría competencia. No vamos a dejar que eso suceda. No vamos a dejar que sigan robándole a los argentinos».

Milei recordó uno de los socorros estatales que beneficiaron a Clarín, concebido durante la presidencia de Eduardo Duhalde y cristalizado en la Ley de Preservación de Bienes y Patrimonios Culturales, N°25750. Sancionada por el Congreso en 2003 y conocida como «Ley Clarín», fue un auxilio para los grupos que estaban endeudados en dólares tras el quiebre de la convertibilidad. Lo cierto es que esa ley también benefició a otros conglomerados, como al entonces rival de Clarín, Telefónica, que operaba la red Telefe.

Ironías de la política argentina: hoy sería aún más apropiado designar a aquella norma –vigente– como «Ley Clarín», una vez que se engulló a Telefónica desde Telecom.

Si bien los medios del Grupo Clarín se mantienen expectantes a la negociación por la aprobación de la compra de Telefónica y ahorran críticas al Gobierno (varios de sus animadores son groupies del presidente, permiten que Milei insulte a sus colegas en las charlas amables que editan en forma de entrevistas, o que la Casa Rosada edite el material luego difundido por televisión), el mandatario se irrita porque no consigue disciplinar enteramente la línea editorial del multimedios.

Según él, eso explica el conflicto entre los dos poderes: «No paran de hostigar con mentiras al Gobierno simplemente porque dijimos que íbamos a defender a los argentinos del abuso de la posición dominante que el Grupo quiere tener en las telecomunicaciones».

Previo al anuncio de la megaconcentración, la diputada oficialista Lilia Lemoine sostuvo el mismo planteo en la pantalla de LN+: «El Grupo Clarín quiere tener un monopolio regulado y comprar Telefónica. Se quieren juntar con el presidente a como dé lugar (…) quieren meterle presión». Como accionista minoritario en Telecom (11,4%) a través de la Anses, el Gobierno argentino conocía el avance de las negociaciones por la venta de Telefónica y fracasó al pretender manejarla. Este fracaso de Milei es, también, un tributo a sus peleas con el presidente de Gobierno español, Pedro Sánchez.

En verdad, las razones de la pelea no se reducen a la existencia de los segmentos críticos –o no militantes– de Clarín, TN, Radio Mitre, Canal 13 y sus decenas de repetidoras. Es cierto que al Gobierno le obsesiona la «batalla cultural», pero la disputa entre Milei y el conglomerado viene cociéndose desde el año pasado, al calor del proyecto de adquisición de Telefónica de Argentina.

Es la concentración de poder en un polo que no controla lo que fastidia a Milei. Según su dogma, los monopolios no son malos y así lo propagandiza en los foros de ultraderecha a los que suele asistir. Si la concentración hubiese contado con su aval, si hubiera beneficiado a financiadores de su incursión en la política, como Slim, Manzano, Eduardo Eurnekian o José Elsztain, a su actual canciller, Gerardo Werthein, o a personajes que lo deslumbran, como Elon Musk, en lugar de a la denuncia oficial asistiríamos a su ovación.

Ya en octubre de 2024, el vocero presidencial, Manuel Adorni, denunció que una auditoría del Enacom (intervenido por Milei) reveló fallas en el cobro de aportes al Fondo de Servicio Universal (FSU, luego desguazado por el Decreto 6/2025 del presidente) por parte de Telecom y Telefónica. En aquella conferencia, Adorni también prometió una licitación del 5G con la idea de «desconcentrar» el mercado (sugirió que las principales operadoras tenían conductas anticompetitivas), que no se concretó, y dijo que iban a eliminar la exención del IVA a empresas periodísticas.

En 2023 los ingresos de los mercados de comunicaciones móviles, conectividad a internet, telefonía fija y tv de pago involucrados en la compra de Telefónica superaron los US$8.100 millones. Algo más de la mitad de los ingresos los aportan las comunicaciones móviles. Telecom y Telefónica controlan más del 55% del total, es decir, US$4.460 millones de 2023.

Fuente: Global Media and Internet Research Project


El principal competidor de Telecom/Telefónica es Claro, que actúa fundamentalmente en el segmento móvil, del que era líder en usuarios y en ventas hasta esta compra. En móviles, Claro facturó US$1.655 millones del total de US$1.927 millones que le reportó Argentina en 2023. La diferencia la explican los servicios fijos de conectividad y tv paga, donde Claro no le hace sombra al conglomerado de Magnetto.


Posición dominante
No existe una empresa que compita en todos los sectores donde opera la suma de Telecom y Telefónica. Telecom tendrá ahora posición dominante en todos los mercados de telecomunicaciones, excepto en el nicho de conectividad satelital minorista, conquistado por Starlink, de Musk, que aún no representa un volumen de negocios que dispute el de Telecom.

Como si el poder significativo de mercado en telecomunicaciones fuese poco, el Grupo Clarín sigue siendo líder en medios de comunicación (analógicos y digitales), lo que lubricó buena parte de sus negocios dentro y fuera de esa industria. A través de una Telecom engrosada gracias a la ingestión de Telefónica, Clarín se convierte en un conglomerado infocomunicacional sin parangón en todo el continente americano, siendo al mismo tiempo dominante en medios y en telecomunicaciones.

La participación conjunta de Telecom y Telefónica oscila entre el 40% y el 80% de los mercados de telecomunicaciones y TIC en el país. Los datos del Global Media and Internet Research Project muestran que, a nivel nacional, Telecom y Telefónica superan el 60% de lo que recaudan las comunicaciones móviles, el 45,3% de la conectividad fija a internet, el 79% del servicio básico de telefonía y el 41% de la tv de pago.

Fuente: Global Media and Internet Research Project


Aunque la versión del Grupo Clarín es que en el mercado de conectividad a internet hay suficiente competencia con Starlink, lo cierto es que lejos de ser un servicio sustituto, la empresa de Musk brinda una opción interesante para zonas rurales y semirrurales, pero en áreas urbanas se dificulta su operación por la ubicación de las antenas y la cobertura en zonas densamente pobladas. En los conglomerados urbanos siguen prevaleciendo las redes de conectividad al hogar de los prestadores de telecomunicaciones y TIC tradicionales. Asimismo, la tecnología satelital ofrece mejores velocidades de bajada que de subida, lo que complica el funcionamiento de muchas aplicaciones de uso masivo. Como es lógico, la innovación tecnológica y la escala global de Starlink pueden alterar esta ecuación en el futuro.


Reloj de arena 
Ya comunicada formalmente la compra al Enacom y la CNDC, comenzaron a correr los plazos administrativos para solicitar información, realizar aclaraciones y organizar audiencias (en principio, son 45 días para el Tribunal de la Competencia; 90 días para el Enacom que pueden extenderse según evolucione el trámite).

El Enacom señalará que la suma de Telecom y Telefónica excede el tope de espectro móvil permitido y debería exigir su devolución, según las normas vigentes. En ese caso, el Gobierno tiene también que planificar qué haría con ese preciado recurso de dominio público (¿una licitación?, ¿su entrega llave en mano a Claro, el competidor afectado por la concentración en un mercado móvil que ahora será duopólico?).

Cuando en 2017 estimuló la fusión entre Telecom y Cablevisión también protagonizada por el Grupo Clarín, el Gobierno de Mauricio Macri dictaminó en el Enacom que había localidades donde la fusionada quedaba como única operadora, siendo así monopólica, y la CNDC (entonces dirigida por exconsultores de Clarín) planteó que correspondía entonces vender algunas de esas operaciones.

Pero, a diferencia de las concentraciones que Clarín protagonizó durante este siglo, cuando fusionó Multicanal con Cablevisión en 2007 con la autorización de Néstor Kirchner y cuando accedió a Telecom en 2017 gracias a Mauricio Macri, esta vez encuentra un presidente que se opone a su movida expansiva.

Milei dice que la adquisición podría dejar aproximadamente el 70% de los servicios de telecomunicaciones en manos de un solo grupo económico, lo que generaría un monopolio formado gracias a décadas de beneficios estatales que recibió dicha empresa. ¿Ratificará el interventor del Enacom, Juan Ozores, las cifras difundidas por el presidente o lo rectificará?

En el supuesto de que Milei sea coherente con su nuevo discurso antimonopólico en las telecomunicaciones e instruya a sus funcionarios a condicionar fuertemente o a rechazar la operación de Telecom, el Gobierno llevará las de perder. La temporalidad del poder económico y, por extensión, su capacidad de incidencia, exceden con creces la contingencia inherente al poder político. Mientras que los Gobiernos deben respetar reglas, convencer a otros acerca de su aplicación, ejecutarlas y esperar que sus efectos sean duraderos más allá del plazo del mandato presidencial, el poder económico puede usar esas mismas reglas para demorar administrativamente y en sede judicial la concreción de las decisiones que lo afectan.

Un conflicto entre poderes económico y político (Clarín y Gobierno, en este caso) es siempre funcional al primero, porque el tiempo a los Gobiernos se les escurre entre los dedos.

Si alguien en el elenco de La Libertad Avanza leyó «Historia de la eternidad», recordará la reflexión de Borges en forma de advertencia: «Una de las oscuridades, no la más ardua pero no la menos hermosa, es la que nos impide precisar la dirección del tiempo». Mientras que la dirección del tiempo juega a favor del conglomerado de Magnetto, de 80 años, el Gobierno conducido por Milei, de 54, está urgido para negociar eventuales condicionamientos en la autorización de la megaoperación de Telecom a sabiendas de que cada minuto que pasa, su poder se contrae.

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