Cultura | LUCÍA ADURIZ

«Quiero hechizar al que me mire»

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Javier Firpo

Después de años de bregar en el teatro independiente, la actriz atraviesa un momento de plenitud con su destacada participación en cuatro obras. La experiencia acumulada y los sueños por cumplir.

Intérprete. Adúriz se luce en piezas como Quiero decir te amo y Pampa Escarlata.

Foto: Facundo Nívolo

Tiene las mismas pilas que cuando se la ve en los distintos escenarios, porque protagoniza cuatro obras de la cartelera porteña. Irradia intensidad, calidez y buena vibra. Ella dice que siempre fue igual, que no es así ahora que le va bien, que la reconocen en la calle y que despierta aplausos de pie una vez terminada la función.

Lucía Adúriz es de esas artistas multifacéticas que hacen de todo y todo bien. Asombra cuando tiene que cantar o hasta bailar, y ni hablar cuando se pone en la piel de las distintas criaturas que interpreta.

«Yo sé lo que es el vacío de que no haya nada al otro día, por eso remarco que es un momento para agradecer, porque no siempre llegan las oportunidades y hoy lo veo como la consecuencia de muchos años de esfuerzo y sacrificio. En el teatro independiente no siempre el camino y la siembra van de la mano, pero como dice un amigo, el trabajo trae trabajo, y a mí hace años que no me falta. Tener el privilegio de decir termino una obra y empiezo otra es casi una grosería», grafica esta porteña que se destaca en Quiero decir te amo, Quien sea llega tarde, Pampa Escarlata y Saraos Uranistas.


Técnica y pasión
Transcurrían los comienzos del nuevo milenio y Lucía cursaba cuarto año en el colegio Argentino Modelo. Sin tener una vacación clara, siguió su instinto y se anotó en el único taller de teatro que ofrecía la institución, pero que coordinaba su papá, Javier, que también era profesor de Lengua y Literatura. «Separábamos los tantos. En el aula era el profesor Adúriz y en casa era mi papá», describe. En la primera muestra le tocó ser Mamá Cora, de Esperando la carroza, y un año después, el Mefistófeles que pacta con Fausto en la obra de Goethe.

«Contra todos los pronósticos, porque yo era muy tímida y retraída, me encantó la experiencia actoral, me anoté en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático y egresé en 2007. Llevo casi veinte años en el ruedo, no lo puedo creer».

Con el final de la pandemia, se convirtió en una andariega del teatro independiente, donde hoy es una de sus figuras más relevantes. «A partir de 2021, con Pampa Escarlata, donde interpreto a una dama de la alta sociedad del siglo XIX, empecé con esta convocatoria a trabajos a los que no solía tener acceso. Como sucedió hace poco cuando protagonicé en el Teatro Colón la hermosa Moliendo a Moliere. Me cuesta decir que no, me apasiono con los materiales y cada personaje que encaro lo investigo, lo indago, lo leo», cuenta.

«Creo que hay algo de artesanía en mi trabajo y, subrayo, mucho pensamiento puesto en el oficio. Me gusta pensar en aspectos técnicos de la actuación, el ritmo, el espacio escénico y en la forma en que cada argumento se elabora».

De cara a la temporada 2026, recibió una seductora propuesta para debutar en el teatro comercial de la avenida Corrientes. «Tengo avanzadas las negociaciones, me cierra por todos lados, pero no quiero quemar el proyecto», desliza. A la hora de hablar de sus referentes, destaca a «Paola Barrientos y Valeria Lois, que son palabras mayores. Tienen un recorrido admirable y me inspiran en cada uno de los pasos que dan. Y si tengo que elegir un faro, no dudo que es Marilú Marini, una actriz de un calibre gigante. Si no es una de las mejores que ha dado la Argentina está ahí nomás».

Por si fuera poco, Lucía tiene una veta musical: canta y toca varios instrumentos. Lo ha hecho en la vía pública como artista callejera y es la voz de Carniceros del Amor, la banda de cumbia que hace covers de Gilda, Rubén Blades, Antonio Ríos y Los Charros, entre otros. «Claro que me atrevo a hacerlo, en el atreverse también está el secreto del éxito. El teatro y la cumbia no son incompatibles, son lenguajes que nacieron en las orillas para contar realidades de las periferias populosas».

Entre sus principales anhelos figura el de llegar al San Martín. «Me encantaría y siento que me divertiría mucho analizando el libro, la puesta en escena. Sueño despierta con poder actuar en el escenario de la sala Martín Coronado y, por qué no, reversionar algún clásico.

¿Cuál? Uno de Discépolo, de Chejov o de Shakespeare, que siempre son desafiantes. Yo tengo hambre, lo quiero todo, pero no a costa de cualquier cosa como hizo Salas, que cometió una traición», sorprende esta hincha de Racing con la comparación futbolera, refiriéndose al delantero que se marchó a River.

No pasa inadvertida para el público que la está descubriendo. Como sucedió semanas atrás en El Picadero, a la salida de Quiero decir te amo, cuando se le acercó una mujer y le dijo emocionada: «Militás el arte y entregás tu ser a cada personaje. Te sigo en todo lo que hacés». Ella señala que desde hace un tiempo entendió que cada función es única e irrepetible. «Por eso me propuse que cada función sea inolvidable para quien me mire. Quiero hechizar para que el otro me mire, me preste atención y no me suelte. Porque entiendo que el teatro es un acto entre el que mira y el que hace, es un acuerdo de a dos en el que vamos a ganar ambos».

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