Cultura

Compromiso creativo

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Fue titiritero y poeta, pero después de iniciarse como actor en el circuito independiente, se animó a escribir sus propias obras. Reconocido como dramaturgo y director, participó de la fundación de Teatro Abierto y fue secretario de Cultura de la Nación.

(Foto: Jorge Labraña)

 

Alos 96 años, falleció en Buenos Aires una de las glorias de la cultura argentina: Carlos Gorostiza. En el volumen Páginas de Carlos Gorostiza seleccionadas por el autor (1984), se lee esta magnífica autobiografía, que pinta de cuerpo entero su energía y su humor: «Mi currículum: Nací, lloré, grité, chupé, comí, pataleé, pedí, reclamé, bebí, oriné, defequé, reí, sentí, toqué, olí, gusté, hablé, escuché, jugué, aprendí, crecí, creé, creí, dañé, castigué, perdoné, amé, acaricié, odié, protesté, forniqué, viajé, destruí, construí, escapé, enfrenté, olvidé, recordé, enfermé, curé, temblé, dudé, claudiqué, luché, maté, robé, engañé, soñé, desprecié, admiré, blasfemé, oré, canté, gocé, sufrí, pensé, envidié, di, recibí, peleé, gané, perdí, afirmé, negué, acepté, callé, trabajé, enseñé, iluminé, ensombrecí, inauguré, clausuré, defraudé, respondí, acerté, erré, ayudé, ensucié, limpié. Y ahora espero».
Gorostiza fue todo esto y mucho más. Nacido en Buenos Aires en 1920, inició su carrera como titiritero y poeta, futbolista y cultor del atletismo. Su primer libro, de 1943, La clave encantada, reúne obras para títeres. Actor del grupo independiente La Máscara, asumió el desafío de escribir teatro: así nació El puente (1949), que estrenó en codirección con Pedro Doril, con enorme resonancia nacional e internacional. ¿Cómo pensar la historia de la cultura argentina sin El puente? En España la prohibió el franquismo. La obra le permitió a Gorostiza iniciar su amistad con Armando Discépolo, quien poco después llevó a escena otra versión de la obra en el circuito profesional-comercial. Otro grande de la escena, Narciso Ibáñez Menta, le estrenó su siguiente obra: El fabricante de piolín.
Dramaturgo y director, Gorostiza dirigió muchas de sus propias obras y de otros autores: Armand Salacrou, Ben Jonson, Luigi Pirandello, Rodolfo Usigli, Clifford Odetts, Isaac Chocrón, Max Frisch, Molière, Bertolt Brecht, Ricardo Talesnik (La fiaca), Roberto Cossa (La Nona). En los años 50 y 60 escribió otros clásicos del teatro contemporáneo: El pan de la locura, Los prójimos. En 1976 dio a conocer su personalidad de narrador: publicó su primera novela, Los cuartos oscuros, a la que siguieron otras cinco más: Cuerpos presentes, El basural, Vuelan las palomas (Premio Planeta 1999), La buena gente y La tierra inquieta.

 

Resistencia y gestión
Durante la dictadura fue una de las figuras más destacadas de la resistencia cultural. Participó en la gestación y concreción de Teatro Abierto en 1981, donde estrenó bajo su dirección El acompañamiento. «Teatro Abierto fue un acto de rebeldía –nos dijo en una entrevista–. Todo empezó cuando un director de un teatro oficial dijo en 1980 que no se podían hacer obras de autores argentinos porque no había. En el mismo momento, se cerró la cátedra relacionada con los autores argentinos en la Escuela Nacional de Arte Dramático. Además muchos de nosotros estábamos prohibidos. Entonces vino Chacho Dragún con la idea de contrarrestar todo aquello estrenando 21 autores nacionales, tres obras cortas por día, una semana completa. En síntesis, una locura, porque si no hubiera sido una locura, no habría sido posible».
Interesado por la política cultural y la gestión, entre 1984 y 1986 fue secretario de Cultura de la Nación, en el primer gobierno de la democracia recuperada. Y continuó escribiendo y estrenando: Aeroplanos, El patio de atrás, Los otros papeles, Vuelo a Capistrano y El aire del río. En 2004 dio a conocer sus memorias, El merodeador enmascarado, profunda radiografía de la Argentina del siglo XX. El mismo Gorostiza sintetizó con estas palabras el sentido de su vasta obra: «Mi gran tema constante es el de la responsabilidad del hombre por el otro hombre. Recuerdo una parábola sefaradí, que parece un trabalenguas, pero está muy buena: “Hay quien dice Yo soy yo porque yo soy yo, y vos sos vos porque vos sos vos, pero se equivoca. Porque yo soy yo porque vos sos vos, y vos sos vos porque yo soy yo. Porque si vos sos vos, yo soy yo, y si yo soy yo, vos sos vos. Entonces sí yo soy yo y vos sos vos”. En mí nunca nace el juego, siempre nace la índole. Me aparecen temas que solo pueden ser una novela, y otros contenidos que solo pueden ser obras de teatro».

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