8 de julio de 2024
La nueva alianza de izquierda liderada por Mélenchon frenó a la ultraderecha de Le Pen, que quedó tercera, por detrás del oficialismo de Macron. Las arduas negociaciones para formar Gobierno.
París. Banderas francesas en los masivos festejos en la Plaza de la República, este 7 de julio.
Foto: NA
«No pasarán», vociferaban en la Plaza de la República. La noche asomaba en París y en toda Francia. Miles expulsaban la angustia en el grito frenético, la emblemática frase en castellano. Una alianza de izquierda, denominada Nuevo Frente Popular, relegaba en el balotaje a la ultraderecha de Marine Le Pen, ganadora de la primera vuelta. Así como en la guerra civil española, hace casi un siglo. Así toda vez que asoló el fascismo. Un grupo de raperos franceses rescataron el «no pasarán» como bandera de campaña en sus canciones, tras las elecciones europeas. No es una mera construcción simbólica: el Frente Popular fue una coalición española de izquierda creada en enero de 1936 para enfrentar a la ultraderecha; el Nouveau Front Populaire (Nuevo Frente Popular, NFP) nació el 10 de junio, hace menos de un mes, y venció este domingo en la segunda vuelta parlamentaria.
Funcionó el «cordón sanitario». Vientos de alivio corren por Francia, por buena parte de Europa y del mundo ante lo que era una firme posibilidad: que la ultraderecha pudiera gobernar la V República. Triunfo de la izquierda, seguida por la coalición oficialista del presidente Emmanuel Macron. En tercer lugar, la extrema derecha. El resultado, además de sorpresivo, abre un escenario de incertidumbre: las negociaciones por el futuro primer ministro se prevén cruentas; el parlamento será un rompecabezas dada su fragmentación y el presidente Macron sufrió un brutal desgaste. La perspectiva política es complejísima. Pero la ultraderecha fue derrotada. Y no es poco.
Fue esencial la decidida actitud del NFP (Francia Insumisa, socialismo, comunismo, ecologistas) de plantear, al minuto de conocido el resultado de la primera vuelta del 30 de junio, que retiraban a todos sus candidatos de los sitios donde no hubieran sido primeros o segundos (aun cuando hubieran sacado el 12,5%, requisito para ir al balotaje): les darían los votos, incluso a Les Républicains (derecha tradicional) si fuera necesario, para enfrentar a la ultra. Jugada clave que obligó a ser reproducida por Ensemble (Juntos), la coalición de Macron, y en algunos casos, por los conservadores, pese a que la izquierda se quedaba con la mayoría de los distritos, por los resultados de primera vuelta.
La consigna fue no desperdiciar ni un voto democrático ante el fascismo representado por el ultraderechista Rassemblement National (Agrupación Nacional, RN por su sigla en francés). Funcionó, además, por la notable participación en las urnas (67%, récord desde 1997), con protagonismo, en especial, de la juventud.
Ganador. Discurso de Mélenchon, referente de Francia Insumisa.
Foto: Captura de Pantalla
Supervivencia
Los Juegos Olímpicos de París 2024 comenzarán en menos de dos semanas. Incluso el devenir de Les Bleus, la selección de fútbol en la Eurocopa, fue eclipsado por la crisis institucional. Mientras, el euro caía en las últimas horas tras conocerse las proyecciones de las urnas.
Emmanuel Macron tiene 46 años. Minimizó los daños con un segundo puesto impensado, pero no salió indemne. Para algunos analistas, el presidente, acorralado, imaginó otro escenario al disolver la Asamblea Nacional y decidió jugar a la ruleta rusa política. Amenazó con renunciar aunque fuera un telón para que votaran a su coalición, o eventualmente «entregaría las llaves del Gobierno» a la izquierda, sugiriendo que implicaría «años de infierno». Especuló con un regreso con gloria, jugada de enorme riesgo. No venció, pero acabó segundo: sobrevivieron él y su fuerza política. Si bien se resiste a desplazar a su delfín, casi su clon, Gabriel Attal –la misma noche del domingo renunció como primer ministro, tras solo seis meses en el cargo, pero el presidente pide que continúe en la transición–, lo preserva para 2027, cuando él no pueda ser reelecto. Y salvó a su coalición. «No olvidemos: el de Macron es un neoliberalismo sin fascismo. Los otros son neoliberales con fascismo», dice a Acción el exsenador nacional y exembajador argentino en Francia Eric Calcagno.
La derecha tradicional también cayó fuerte aunque no fue arrasada: ya debilitada (tenía 72 diputados), ahora sumará unos 60.
La gran incógnita es si, finalmente, deberán convivir Macron como presidente y el fundador de France Insoumise Jean-Luc Mélenchon, como primer ministro. De los dirigentes del NFP es por lejos el de menos afinidad con el habitante actual del Palacio del Elíseo.
En Francia, debido a su sistema electoral, las urnas no otorgan una mayoría clara. Matemáticamente sí, pero políticamente se enmaraña por la conformación de las fuerzas. Si bien el próximo primer ministro debería ser de izquierda, ya que reunió más votos que ninguna otra fracción, hay un dato que Macron no soslaya: sus diputados más los de la derecha tradicional son más que los del NFP, con o sin la Francia Insumisa. Si las negociaciones van para largo, ese apunte puede pesar cada vez más.
Otro semblante. El presidente Macron tras emitir su voto en un centro electoral en el municipio de Le Touquet.
Foto: Getty Images
Con vocación de poder
¿En qué se diferencia esta izquierda francesa de las anteriores? «Tuvo una muestra de responsabilidad. Decidió ganar a figurar. Entendió que es mejor ganar por poco y tener dificultades para gobernar que perder por poco y no gobernar en absoluto», define Calcagno.
Posiblemente el electorado estaba listo para unirse, incluso antes que sus líderes. La Nueva Unión Popular Ecológica y Social (Nupes), también impulsada por Mélenchon para el anterior parlamento, duró lo que un suspiro. La situación cambió: el NFP muestra, al fin, vocación de poder, aun cuando no tiene un liderazgo unificado. Se armó de urgencia, el minuto después de que Macron disolviera la Asamblea y llamara a elecciones tras la debacle en las europeas. Casi no tuvieron tiempo de discutir liderazgos al priorizar la unidad urgente, lo que, vaya paradoja, actuó como un hecho virtuoso para la sociedad, harta del sempiterno fraccionamiento de la izquierda.
Está Mélenchon, pero también tallan el socialista Olivier Faure y la verde Marine Tondelier, entre otros. No así el comunista Fabien Roussel, eliminado en la primera vuelta.
Habrá que ver si su juego es el de ser ahora primer ministro o quedarse fuera del Gobierno e ir por la presidencial. De cualquier modo, fue uno de los primeros en reaccionar. Desde la sede del NFP instó a Macron a «llamar al NFP a la cabeza del Gobierno». Por el otro, azuzó: «Ahora, la voluntad popular ha de respetarse de manera estricta. Debemos cumplir el programa, todo el programa». Habló de anular la jubilación de 64 años y volverla a los 60; establecer precios máximos en los bienes de primera necesidad; aumento del salario mínimo; convocatoria a negociaciones salariales por ramas; plan de gestión del agua; y otras medidas básicas de efecto inmediato, «para hacer notar al electorado que nosotros cumplimos».
Uno de sus socios de la alianza, el socialista Raphael Glucksmann, instó actuar como «adultos» y recordó: «Estaremos en un Parlamento dividido. Vamos a tener que hablar, discutir y dialogar».
Otra incógnita que surge de estas elecciones pasa por cómo digerirá esta derrota la extrema derecha. Su éxito hasta ahora consistió en que cada elección mejoraba sus resultados anteriores, se podría decir desde que la reorganizó Jean Marie Le Pen, el padre de Marine, su actual referente. Es la primera vez que se enfrenta a un topetazo semejante. En principio, sale más golpeada por las expectativas defraudadas que por la cantidad de bancas que obtuvo, ciertamente importante. ¿Este punto de inflexión en esa curva ascendente será un signo de estancamiento? Marine Le Pen consideró que la derrota en las legislativas es una «victoria en diferido». Por lo pronto, deberá esperar. Todavía resuena el «No pasarán» en la Plaza de la República.
Relegada. Marine Le Pen en una rueda con periodistas, finalizados los comicios.
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